Presentamos la traducción al castellano de la incisiva crítica de John Heron a Cosmos y Psique, de Richard Tarnas, realizada en 2007. Heron desmantela con rigor técnico la falta de fiabilidad sistémica y las inconsistencias metodológicas de la astrología arquetipal tradicional. Como psicólogo y filósofo, considero este análisis un pilar necesario para transitar hacia una «psicoastronomía» fundamentada en la evidencia y la función de la conducta. Esta publicación marca el inicio de un debate profundo: es hora de cuestionar los dogmas y apostar por modelos más robustos. Próximamente compartiré mi propia crítica detallada desde el marco del sistema SPAR y la fenomenología evolutiva.
Un caso poco convincente
A. Astrología y psicoastronomía
A.1 Mis antecedentes
Mi trayectoria en este asunto es la siguiente. Durante unos 15 años, siendo joven, levanté cartas astrales para mí, mi familia, mis amigos y sus familiares. Mis lecturas eran valoradas y me enorgullecía de mis intuiciones. En el punto álgido de la conjunción Urano-Plutón entre 1965 y 1966, decidí de repente que sería saludable emprender una revisión radical de los supuestos básicos y los métodos de trabajo de la astrología. Tras muchos meses de trabajo, encontré tantas anomalías y nociones arbitrarias que decidí que era irresponsable imponerlas a los demás y, desde entonces, no he vuelto a levantar ninguna carta astral. Mi trabajo implosionó en correlación con aquel tránsito.
A.2 Psicoastronomía
Sin embargo, durante muchos años he buscado vivir de forma consciente e intencionada dentro del sistema solar y su entorno galáctico, abriéndome somática, estética, intuitiva y espiritualmente a sus entidades y patrones cambiantes. He llamado a esta práctica psicoastronomía, simplemente para diferenciarla de la astrología. En mi centro de la Toscana, tenía en los terrenos varios emplazamientos planetarios para esta práctica. Y cuando dirijo talleres o inicio investigaciones, simplemente presento un mapa de las disposiciones actuales del sistema solar e invito a las personas a ser conscientes de ello como un patrón de entidades significativas, sin proporcionar ninguna interpretación. Menciono todo esto para que usted, el lector, comprenda que me acerco a Cosmos y Psique con la creencia en algún tipo de resonancia fundamental entre los seres humanos y su entorno cósmico.
En el solsticio de verano del hemisferio sur, encuentro empoderadora la relación entre yo mismo, la Tierra, el Sol y el centro galáctico. Creo que este empoderamiento tiene que ver con mi enacción participativa creativa. Creo que yo (y cualquier ser humano) puede elegir un compromiso mutuo idiosincrásico entre el sí mismo y la Tierra, y un patrón único de dos o más cuerpos celestes (incluidos planetas, estrellas y entidades y localizaciones del espacio profundo), y hallar en ese compromiso una transformación cualitativa distintiva del ser. Es un diálogo existencial mutuo de resonancia participativa cocreativa.
Para mí, el significado de los cuerpos celestes y su configuración incluye una apreciación aproximada de las distancias relativas de los cuerpos implicados con respecto a la Tierra, y cierta apreciación de su tamaño relativo, movimiento, lunas y otros atributos físicos, por lo que necesito un mínimo de conocimiento astronómico. Encuentro que, para que esta práctica de la psicoastronomía funcione, necesito estar mentalmente libre de las nociones tradicionales de los aspectos y los atributos planetarios, y dejar que la presencia de cada entidad celestial, el patrón astronómico y los datos planetarios cocreen su significado conmigo. En lugar de aplicar reglas antiguas, descubro la liberación en la imaginación activa relacionándome con el coro viviente de entidades en el espacio. La práctica también requiere un buen software astronómico (no astrológico), que proporciona una ventana al espacio microcósmico para preparar mi mente para el compromiso cocreativo con cuerpos y patrones en el espacio macrocósmico. Durante algunos años usé RedShift en PC. Actualmente utilizo Voyager 4 para Mac y me parece mejor en su presentación de datos.
A.3 Cocreatividad psicocósmica
Tal como yo lo veo, la única relevancia —dentro de las reglas antiguas de la astrología— de calcular correlaciones entre aspectos planetarios y eventos históricos del pasado es la implicación pragmática de esta práctica para el presente y el futuro. Y la implicación de la astrología tradicional para el futuro es clara: nos sentamos a esperar a que ocurran las alineaciones sujetas a reglas (tránsitos personales o mundiales) y a que nuestras psiques estén en sincronía con ellas, para entonces empezar a participar cocreativamente con las dinámicas arquetípicas predefinidas asociadas a dichas alineaciones. Nuestra cocreatividad cósmica está limitada, por un lado, por la observación de las efemérides y, por otro, por los libros de texto tradicionales de interpretación astrológica. Encuentro que esto es —tanto experiencial como teóricamente— un relato limitante y constreñido del compromiso participativo cocreativo con nuestro cosmos.
Por el contrario, creo que tal cocreatividad es capaz, en seres humanos despiertos, de una rica, dinámica y diversa variedad de actuaciones empoderadoras idiosincrásicas (idiosyncratic empowering enactments), en las cuales la elección creativa única de un ser humano encuentra su correlato sincrónico en un patrón macrocósmico único, que no está sujeto a reglas, sino liberado por un compromiso personal impredecible con el asombro, la belleza y el drama cósmico. Hay muchas nuevas transfiguraciones psicocósmicas esperando ser representadas mediante un compromiso bio-espiritual empoderador del ser somático en resonancia cocreativa con cualquiera de una gama ilimitada de configuraciones cósmicas únicas del yo, la Tierra, las entidades del sistema solar y las entidades y localizaciones galácticas y del espacio profundo.
Esta cocreatividad psicocósmica es una forma de relacionarse, a través de sus manifestaciones físicas, con poderes y presencias que tienen su hogar primordial en el universo sutil. Pero no es la única forma ni siquiera la principal, solo una de ellas. También es posible, creo, relacionarse con poderes y presencias directamente en su hogar primordial. Por poderes me refiero a principios formativos arquetípicos de la creación; y por presencias me refiero a superpersonas sublimes y elevadas que refractan y median dichos poderes.
Me doy cuenta de que esta práctica, incluso en el amanecer de su infancia, es más potente, transformadora y relevante para la espiritualidad contemporánea y para una visión del mundo participativa, de lo que fue cualquier cosa que obtuve de la astrología tradicional hace 40 años.
B. Correlaciones de tránsitos mundiales con datos culturales
La mayor parte de Cosmos y Psique está dedicada a establecer correlaciones entre, por un lado, cada uno de los cuatro tipos de tránsitos mundiales y, por otro, los acontecimientos humanos en diversos campos de la historia de la tradición cultural occidental. Un tránsito mundial es una alineación temporal, también llamada aspecto (relación angular), de dos planetas con la Tierra, de tal manera que, según Tarnas, los principios arquetípicos distintivos vinculados a esos planetas ejercen una potente influencia interactiva dentro de la psique humana en todo el mundo mientras dura la alineación. Las cuatro alineaciones planetarias que Tarnas considera son Urano-Plutón, Saturno-Plutón, Júpiter-Urano y Urano-Neptuno. Con cada uno de estos tránsitos mundiales, Tarnas correlaciona una gran cantidad de datos extraídos de la tradición histórica occidental como ilustración de las dinámicas arquetípicas especiales implicadas. He aquí mis razones para considerar que esta ambiciosa empresa es de una solidez cuestionable.
B.1 Una respuesta personal
Encuentro algo progresivamente opresivo en el hecho de que una gran cantidad de creadores y creaciones humanas —de gran alcance, riqueza, profundidad y complejidad— sean subsumidos bajo solo dos arquetipos, seleccionados de un grupo de cinco, por muy polivalentes que estos puedan ser. Una y otra vez, la díada arquetípica particular que se aplica domina y, al mismo tiempo, reduce la complejidad de los datos culturales que se supone debe iluminar. Esta implacable subsunción en dos categorías de diversos aspectos de la civilización occidental, llevada a cabo a lo largo de varios siglos, se me presenta como una obsesión intelectual que se ha descontrolado bastante.
Noto un efecto extraño: cuanto más ostensiblemente profunda parece ser la lectura de los acontecimientos que hace el autor en términos de dos arquetipos planetarios, menos plausible me resulta y más discretamente sugiere cautela mi alma. Los participantes de toda una civilización, con sus productos y hazañas, son repetidamente seducidos y constreñidos por un par exótico de principios planetarios, con el fin de sostener una discutible y antigua teoría geocéntrica sobre un proceso cósmico psicofísico. Toda una cultura es seducida, de manera fragmentada y truncada, para aplacar a los dioses arquetípicos. Como lector, anhelo liberarme de los restrictivos entusiasmos interpretativos que intoxican la mente del autor. Anhelo que mi extraordinaria tradición sea honrada por una comprensión de su contexto cósmico mucho más rica imaginativamente, plenamente contemporánea y liberada. Entonces me doy cuenta de que esta respuesta personal debe traducirse en un análisis cuidadoso de una amplia gama de cuestiones pertinentes. Por lo tanto, el resto de este comentario aborda dichas cuestiones.
B.2 Dudas sobre la fiabilidad de los tránsitos mundiales
Tarnas afirma (137) que incluso mil ejemplos convincentes de personas con el mismo aspecto natal o tránsito personal, y que tienen el mismo patrón de experiencia humana, «serían solo una gota en el océano de la clase mayor» de todos los otros incontables individuos en el mundo que también tienen ese mismo aspecto o tránsito. Lo que se aplica dentro de la gota no es suficiente para validar la creencia de que lo mismo se aplicará dentro del océano. En efecto, está diciendo aquí que los aspectos natales y los tránsitos personales son estadísticamente poco fiables. No obstante, argumenta después (137) que los tránsitos mundiales, debido a que se relacionan con épocas culturales enteras y con la experiencia de muchas personas diferentes, permitirán establecer correspondencias más críticamente fiables. Si esta afirmación de fiabilidad crítica resulta ser dudosa, entonces tanto los tránsitos personales como los mundiales están en problemas. Mencionaré aquí tres fuentes principales de duda.
Un balde en el océano
El mismo argumento que Tarnas esgrime sobre la falta de fiabilidad de los tránsitos personales es aplicable a los tránsitos mundiales. No importa cuántos ejemplos convincentes obtengas de correlaciones entre tránsitos mundiales y eventos en la historia de una tradición cultural; esto es solo un balde en el océano de la clase mayor de todas las numerosas civilizaciones y culturas que han surgido y caído en el mundo a lo largo de muchos miles de años. Para asegurar cualquier tipo de validez para la teoría de los tránsitos mundiales, sería necesario aplicar los mismos tránsitos a un gran número de tradiciones históricas diferentes en distintos periodos y partes del planeta. Solo hace falta que la historia de una de estas ignore sustancialmente los tránsitos para que la teoría esté en apuros. Esta necesidad de datos de otras tradiciones históricas es especialmente aguda cuando tanto los principios arquetípicos como el método utilizado para realizar las correlaciones están, ellos mismos, enraizados en la única tradición histórica considerada hasta ahora (ver sección A.2).
Tarnas dice que se ha «centrado principalmente en la historia y las figuras de la tradición cultural occidental» (137). Y él es solo una persona observando únicamente partes de ella: los cuatro tránsitos mundiales se aplican a partir de las siguientes fechas de inicio: 584 a.C., 1489 d.C., 1775 d.C. y 1913 d.C. Por prodigiosa que sea su erudición, es inevitablemente selectivo dentro de estos periodos limitados, con un acceso restringido a todos los datos en todas las diferentes corrientes culturales occidentales que examina. Además, el registro histórico es en sí mismo selectivo, pues ninguna historia registrada cubre todo lo que sucedió en cualquier época. Y Tarnas nunca cita ni siquiera a otro astrólogo para respaldar ninguna de sus innumerables interpretaciones. Que un solo hombre, sin ningún acuerdo citado con nadie más, correlacione un número limitado de tránsitos mundiales disociados con datos limitados de partes limitadas de solo una (vasta) tradición, y lo haga público como evidencia de una dinámica arquetípica cósmica con un impacto transcultural inclusivo a nivel mundial, es una petición de principio (question-begging) de alto grado. Esto se ve agravado por el problema del eurocentrismo analizado en la sección A.2.
Una combinación a la vez
Luego está la cuestión de la disociación, que es central en esta crítica. Tarnas describe la influencia de un aspecto dentro de cada uno de sus cuatro ciclos de tránsito elegidos de manera disociada, como si operara independientemente de todos los demás aspectos concurrentes. Estas alineaciones simultáneas involucrarán varios de los siguientes elementos: los planetas exteriores entre sí; los planetas exteriores con el Sol, la Luna y los planetas interiores; y el Sol, la Luna y los planetas interiores entre sí. Ignorar la multiplicidad de estas influencias contemporáneas es, en términos astrológicos, simplificar, distorsionar y tergiversar la interpretación del aspecto. Los tránsitos mundiales de diferentes tipos se solapan entre sí, produciendo patrones complejos e intrincados de interacción arquetípica.
Tarnas reconoce este punto: «En aras de la simplicidad y la claridad, he centrado la discusión en una sola combinación planetaria a la vez. Pero un análisis más adecuado debe abordar el complejo mayor de relaciones arquetípicas que siempre están operando en la vida de cada persona, en cada evento y en cada época cultural» (341). La carta natal de una persona solo puede entenderse, dice él, si se tiene en cuenta la multiplicidad total de los aspectos natales. Del mismo modo —y quizás más aún, podríamos pensar— ocurre con el mundo: todos los tránsitos concurrentes deben considerarse en su totalidad interconectada. Sin embargo, a lo largo de 300 páginas de correlaciones de tránsitos mundiales, Tarnas opta por la simplicidad y la claridad en lugar de una mayor adecuación: una combinación a la vez, y cualquier mención a un tránsito concurrente es la excepción más que la regla. Esta preferencia sostenida por la claridad sobre una mayor adecuación levanta el espectro de la falta de fiabilidad.
Una vez que Tarnas ha afirmado que «un análisis más adecuado» implica no solo un aspecto sino todos los aspectos concurrentes, creo que debería haber dado varios ejemplos que mostraran la diferencia entre un análisis derivado de un solo aspecto y el análisis más adecuado derivado de ese mismo aspecto interactuando con todos los demás que se solapan. Sin tales ejemplos, no podemos ver cómo es la historia real. No podemos juzgar, sin una comparación con el método de aspectos múltiples, hasta qué punto el método de aspecto único conduce a pseudocorrelaciones. Por ello, la reseña de un astrólogo también solicita uno, dos o tres ejemplos detallados de un análisis astrológico completo, y afirma que hay momentos en los que parece que Tarnas está estirando el simbolismo del aspecto único «hasta el punto de ruptura y más allá» (Phillipson, 2006).
Consideremos dos aspectos bastante diferentes que se solapan. Cada uno de ellos por separado puede correlacionarse con eventos históricos muy distintos; y los dos, considerados en su interacción mutua, pueden correlacionarse con un tercer evento aún más diferente. Si solo consideras un aspecto a la vez y estiras los significados polivalentes de los dos arquetipos asociados hasta el punto de ruptura, sin la calificación de cualquier otro par planetario (que siempre están activos), entonces entras en el dominio de las pseudocorrelaciones. Esta posibilidad plantea dudas sobre la validez de las correlaciones de pares únicos que Tarnas realiza; y el hecho de que nunca aborde sistemáticamente esta cuestión aumenta esas dudas.
Echemos un breve vistazo con un poco más de detalle al alcance del problema. En los cien años transcurridos entre 1913 y 2013, para sus cuatro tránsitos mundiales, Tarnas enumera 33 aspectos «duros» (conjunciones y oposiciones), y 25 de ellos son concurrentes con uno o más de los otros. Además de estos, habrá muchas otras concurrencias que involucren cuadraturas, sextiles y trígonos entre los mismos planetas, y aspectos concurrentes de todo tipo que involucren a los planetas exteriores y al resto del sistema solar. Pero la gran mayoría de las correlaciones de tránsitos mundiales que Tarnas realiza a lo largo del libro simplemente ignoran toda esta compleja multiplicidad simultánea. Solo ocasionalmente, en el texto o en una nota al pie, analiza un tránsito mundial en relación con uno o dos tránsitos mundiales concurrentes: opta por la claridad en lugar de por «un análisis más adecuado».
Tarnas implica claramente que este análisis más adecuado iría en detrimento de la claridad. Y este es, de hecho, el problema no reconocido y no examinado: si se tienen en cuenta todos los numerosos aspectos planetarios concurrentes, la identificación de correlaciones con eventos históricos se vuelve más oscura y problemática. La razón por la que hay tan poco acuerdo entre los astrólogos sobre la interpretación de las configuraciones astrológicas (Carlson, 1985; Kelly et al., 1990; McGrew y McFall, 1990) es precisamente debido a los intrincados patrones entrelazados de diferentes tipos de categorías polivalentes de significado. Por lo tanto, si buscas la claridad y te centras en un solo aspecto, puedes crear una pseudocorrelación; pero si buscas la adecuación, con múltiples aspectos solapados, es más difícil realizar una correlación sólida. Para un mayor desarrollo crítico de este tema central, véase la sección B.1 más abajo [Nota: probable error en el original, se refiere a una sección posterior], donde queda claro que, cuando se trata del futuro, Tarnas se aleja drásticamente del análisis de aspecto único y enfatiza la gran dificultad de evaluar «interacciones arquetípicas intrincadamente complicadas e influencias múltiples» (479).
También debemos notar que Tarnas simplifica aún más sus interpretaciones de los tránsitos al excluir deliberadamente la influencia de los signos zodiacales en los que se sitúan los dos planetas (506). Esto es para evitar el enorme problema de cuál de los dos zodiacos utilizar, el sidéreo o el tropical (Heron, 2006).
La eminencia como evidencia
Finalmente, existen dudas sobre el uso de la eminencia como evidencia. Tarnas cita una gran cantidad de eventos en las vidas de individuos eminentes como ejemplos de un tránsito mundial en funcionamiento. Hay dos problemas aquí. Uno es la suposición de que las personas eminentes son paradigmáticas de la configuración arquetípica de una alineación. «Tales individuos», escribe Tarnas, «son encarnaciones más conspicuas de tendencias arquetípicas que están presentes en diversos grados en todo el mundo» (136). Esto sugiere que cuanto menos eminente eres, más débil es el efecto astrológico: una curiosa doctrina elitista. Dado que la vasta mayoría de las personas en el planeta no son eminentes, quedarían prácticamente fuera del radar astrológico, por lo que no tendría mucho sentido que se molestaran por la astrología. Esto también significa que un tránsito mundial está, con respecto a los individuos, mal nombrado: es en realidad un tránsito occidentocéntrico para los eminentes. En cualquier caso, la fiabilidad del tránsito como algo relacionado con la comunidad humana mundial se ve seriamente comprometida por la noción de Tarnas de un «efecto de eminencia».
Hay un segundo problema sobre la forma en que Tarnas cita eventos en las vidas de los eminentes como evidencia de un tránsito mundial. En algunos puntos lo hace sin mencionar si los eventos correlacionan o no con los tránsitos personales de esas personas. En otros, establece algún tipo de vínculo entre un tránsito personal y uno mundial. Lo que encuentro ausente es un relato sistemático de evidencia de apoyo generalizada de que los tránsitos personales de la gente correlacionan con los tránsitos mundiales en los que esas mismas personas están incluidas. A falta de un análisis exhaustivo de la cuestión, persisten las dudas sobre la fiabilidad de ambos tipos de tránsito.
B.3 El problema del eurocentrismo
Una ambigüedad básica
Como he dicho, la mayor parte del libro se dedica a aplicar cuatro tipos de tránsitos mundiales —cuatro parejas elegidas de los planetas exteriores, desde Saturno hasta Plutón— a datos de la tradición cultural occidental. Pero esta tradición todavía está, a día de hoy, empapada de la mitología griega, cuyos dioses y diosas fueron la fuente original de las caracterizaciones arquetípicas de los planetas. Incluso a los planetas más lejanos descubiertos en tiempos modernos se les dieron nombres elegidos de la mitología griega; y las atribuciones arquetípicas modernas se solapan hasta cierto punto con las antiguas.
Entonces, ¿cómo diferenciar si una tendencia cultural está en sincronía con un tránsito mundial y con los arquetipos planetarios, o si se debe a la resonancia mórfica entre personas que manifiestan otro proceso creativo, convulsivo o limitante arraigado en sus orígenes culturales y tradiciones míticas?
Debido a esta ambigüedad básica —y este es solo un factor que justifica la necesidad de múltiples muestras— es esencial estudiar las correlaciones del mismo tránsito con eventos en otras culturas, como la tradición china, la india, la persa, la del antiguo Egipto, las tradiciones indígenas de América del Norte y del Sur, etcétera. Y Tarnas hace muy poco de esto. Hasta que no se haga, la duda planea sobre toda la afirmación de que los tránsitos mundiales afectan a todo el planeta y se corresponden con tipos distintivos de sucesos culturales en cualquier tradición. Y a menos que, para una tradición dada, exista una gran cantidad de datos históricos detallados y fiables que cubran varios siglos, tal validación transcultural no puede realizarse.
Hegemonía arquetípica eurocéntrica
Pero si suponemos que esto puede hacerse dentro de algunas tradiciones, surge otro gran problema. ¿Debería hacerse con categorías arquetípicas arraigadas en la mitología eurocéntrica y su antiguo geocentrismo? Incluso los antropólogos occidentales han reconocido hoy en día la importancia de abandonar los constructos eurocéntricos en sus investigaciones sobre otras culturas. Para evitar la hegemonía arquetípica eurocéntrica, Tarnas necesitaría desarrollar, en diálogo con académicos y luminarias de otras grandes tradiciones históricas, un primer borrador de principios arquetípicos aceptables transculturalmente; e invitar a una multitud de astrólogos competentes de diversas tradiciones históricas para elaborar una metodología acordada, y luego lanzarse a explorar todas las correlaciones relevantes entre eventos y tránsitos mundiales.
Por supuesto, si lo hicieran utilizando las complejas e intrincadas interacciones arquetípicas de todos los principales aspectos concurrentes, ¿alcanzarían algún grado de acuerdo significativo? La evidencia disponible sugiere que esto es poco probable (Carlson, 1985; Kelly et al., 1990; McGrew y McFall, 1990).
C: Implicaciones para el futuro
C.1 El problema de los próximos tránsitos
Una plétora por delante
Regreso ahora al tema de los múltiples aspectos concurrentes analizado anteriormente en A.1. Al final de su libro, en el capítulo sobre el futuro, Tarnas da fechas para las alineaciones «duras» de los cinco planetas exteriores desde 2004 hasta 2045 (467-8). Tarnas no extrae las alineaciones solapadas de estas fechas, pero es importante hacerlo para comprender los detalles de lo que su astrología implica realmente. Estas fechas revelan que, durante 2007 y 2008, se solapan las siguientes alineaciones de tránsitos mundiales «duros», lo que significa, según la visión de Tarnas, que los principios arquetípicos asociados están todos en interacción dinámica dentro de la psique humana al mismo tiempo: Urano cuadratura Plutón, Plutón conjunción Júpiter, Urano oposición Saturno y Saturno oposición Neptuno. Y eso solo cubre los cinco planetas desde Júpiter hasta Plutón. Habrá otras muchas conjunciones, oposiciones, cuadraturas, sextiles y trígonos concurrentes en todo el sistema solar en su conjunto. En resumen, durante 2007 y 2008, la psique humana se verá influenciada por una verdadera plétora de interacciones diádicas arquetípicas que interactúan entre sí.
La desaparición del análisis de aspecto único
Tarnas considera entonces un par simultáneo de aspectos activos en el momento presente, específicamente la cuadratura Urano-Plutón y la oposición Saturno-Neptuno. Dice (479) que las cualidades asociadas con estos dos aspectos «difícilmente podrían ser más diferentes… Solo una teoría de la complejidad adecuada para tales interacciones arquetípicas intrincadamente complicadas e influencias múltiples sería útil para evaluar el continuo desarrollo de la historia» (y Tarnas solo habla de dos de las cuatro alineaciones de planetas exteriores activas en 2007 y 2008). Esto indica claramente que el análisis de aspecto único está muy desencaminado para realizar evaluaciones históricas sobre el presente y el futuro (y seguramente, podemos inferir, también sobre el pasado).
Si las alineaciones concurrentes están siempre presentes y son complicadas de evaluar, entonces hay algunas preguntas críticas que responder. ¿Quién está desarrollando una teoría adecuada para evaluar interacciones intrincadas? Sin ella, ¿cómo se pueden realizar evaluaciones fiables (sobre aspectos natales, tránsitos personales y tránsitos mundiales) de las muchas alineaciones simultáneas de los planetas exteriores e interiores, el Sol y la Luna, que siempre están ocurriendo? ¿Cómo puede empoderar a los seres humanos para que se familiaricen con las interacciones arquetípicas presentes y futuras que son demasiado «intrincadamente complicadas» de evaluar sin un apoyo teórico avanzado? ¿Cómo pueden ser fiables las correlaciones entre eventos históricos y aspectos de un solo tránsito mundial disociado, cuando los aspectos de diferentes tránsitos siempre se solapan entre sí en una danza de significados arquetípicos intrincada, complicada y difícil de evaluar? ¿Cómo es que Tarnas, que acaba de decirnos que las interacciones múltiples hacen que la evaluación de la historia en desarrollo sea extremadamente difícil, se lanza inmediatamente a cuatro páginas (479-82) de predicciones presuntamente poco fiables sobre la naturaleza de los tránsitos de los planetas exteriores en nuestro futuro?
C.2 Una inestabilidad preocupante
Mi opinión provisional es que el alcance de este libro está alterado por una profunda inestabilidad. Durante 300 páginas, Tarnas examina el pasado utilizando un solo par planetario a la vez para que la tarea de la evaluación astrológica parezca clara y sencilla, cuando, según su propia confesión, un análisis más adecuado incluiría múltiples pares concurrentes (341). Al final del libro, al observar el presente y el futuro con su multiplicidad de pares concurrentes, afirma que solo un apoyo teórico complejo podría realizar una evaluación astrológica adecuada de ellos.
Todo el libro oscila entre estas dos posiciones con una postura inestable. Las «interacciones arquetípicas intrincadamente complicadas e influencias múltiples» pueden ignorarse al simplificar el pasado con un análisis menos que adecuado y, sin embargo, resultan indispensables y requieren una gran competencia teórica al evaluar el presente y el futuro (479). Es difícil no extraer la conclusión de que, ya sea que se trate de un par a la vez en el pasado o de múltiples pares en el presente y el futuro, realizar evaluaciones astrológicas —ya sea para el pasado, el presente o el futuro— es un asunto poco fiable. Es probable que se produzca un resultado: los astrólogos profesionales estarán esperando para decirnos qué significa realmente la historia completa de las alineaciones concurrentes múltiples; y la adicción categorial (category addiction) (Needham, 1956; Heron, 2006) recibirá un nuevo impulso.
C.3 El problema de la indeterminación y la imprevisibilidad
Un mecanismo arquetípico sincrónico
Tarnas realiza una afirmación categórica: «el reconocimiento fundamental de la indeterminación y la imprevisibilidad es la base de toda la perspectiva aquí articulada» (479). Esta es una afirmación engañosa. Lo que Tarnas ha instalado firmemente como base de su cosmovisión es la muy fiable previsibilidad de las psiques humanas sincronizándose con todos los tránsitos de todos los planetas y sus arquetipos asociados una y otra vez en el futuro más remoto, pues el sistema solar es un ejemplo notable de un preciso mecanismo de relojería cósmica.
Surge ahora una pregunta básica y sencilla: ¿está nuestro acceso cocreativo primordial a los patrones arquetípicos restringido a la sincronía con los aspectos natales y los interminables tránsitos múltiples del reloj del sistema solar? Si la respuesta es afirmativa, entonces este acceso primordial nuestro está predeterminado y es predecible en un grado muy alto. Lo único que es indeterminado es el resultado concreto de esa sincronía psicocósmica predeterminada. Esto sigue siendo un relato fundamentalmente mecanicista del funcionamiento humano: un mecanismo arquetípico sincrónico; no uno causal concreto, pero un mecanismo al fin y al cabo.
Tarnas rechaza cualquier idea de que su mecanismo cósmico sincrónico signifique que las líneas generales de la historia estén determinadas (480). Es cierto, pero esto pasa por alto el punto crucial, que es —y vale la pena repetirlo de nuevo— que el acceso cocreativo humano a ciertos patrones de arquetipos está claramente determinado. No hay forma de evitar el hecho ineludible de que, dentro de la cosmovisión de Tarnas, una efemérides, junto con un manual astrológico sobre aspectos y principios planetarios, te dirá con precisión durante el resto de tu vida cuándo y durante cuánto tiempo se te pide que comprometas tu creatividad con tal o cual configuración predeterminada de arquetipos. Encuentro esta cosmovisión intrínsecamente inverosímil, sobre todo debido al reciente conocimiento astronómico en expansión sobre la composición del sistema solar; pero también existen razones más profundas que tienen que ver con el rango potencial de la cocreatividad humana, como veremos más adelante.
Los cuernos de un dilema
Tarnas dice que conocer un tránsito próximo hace posible una respuesta más informada. Desafortunadamente, esta afirmación se sitúa junto a todo un conjunto de otras afirmaciones sobre los numerosos factores impredecibles que intervienen en la constitución de los eventos, sobre cómo la imprevisibilidad es la base de su perspectiva, sobre lo intrincadamente complicadas que son de interpretar las múltiples interacciones arquetípicas, y así sucesivamente. Está bailando inquieto entre los cuernos de un dilema.
Si puede interpretar un tránsito próximo lo suficiente como para dar una respuesta informada, esto lo sitúa demasiado cerca de la predeterminación arquetípica. Si enfatiza demasiado la imprevisibilidad y la complejidad intrincada de la influencia arquetípica, entonces la respuesta informada a un tránsito se vuelve imposible. Pero, ciertamente, para que su astrología tenga algún valor pragmático, tiene que resolver el dilema a favor de la respuesta informada a un tránsito, sumada a la predeterminación arquetípica. Sin embargo, no lo hace con claridad y, de ninguna manera, desarrolla los detalles prácticos de la respuesta informada a los tránsitos próximos como una herramienta para una vida creativa. En su lugar, deja al lector en un estado de incertidumbre pragmática. Lo que se supone que debería ser empoderador termina erosionándose en lo desempoderador.
La conclusión y las implicaciones de la cocreatividad
La cuestión de fondo
Hemos llegado ahora a la cuestión de fondo de la cosmovisión de Tarnas. La pregunta básica para su astrología sigue siendo: ¿Está el acceso de la cocreatividad humana a diversos patrones de influencia psicocósmica determinado por las sincronías programadas de la maquinaria del sistema solar? ¿O tiene la cocreatividad humana, en principio y en potencia, un acceso ilimitado a cualquier configuración psicocósmica enactuada, independientemente de dicha maquinaria?
Dado que Tarnas no aborda esta cuestión, me quedo asumiendo que su texto conlleva implícitamente la visión de que el acceso está fijado al cronometraje del reloj del sistema solar y a su programa predeterminado de sincronías psicocósmicas. De hecho, si se eliminara de su teoría esta noción clave de que el acceso está ligado a un cronometraje predeterminado, todo el aparato de aspectos y tránsitos resultaría, en algún nivel profundo de la creatividad y la libertad humanas, redundante e irrelevante.
Las implicaciones de la cocreatividad
La característica más básica del renacimiento de la astrología de Tarnas es que su relato multidimensional y polivalente de los arquetipos abre un «espacio ontológico» para la «más amplia diversidad de enacción humana creativa» (84), una «plena participación cocreativa» de los humanos en el proceso psicocósmica (87). Esta participación cocreativa en las dinámicas arquetípicas significa que el ser humano es «reconocido como una encarnación potencialmente autónoma del cosmos y de su poder creativo e inteligencia» (86).
Sin embargo, Tarnas no ofrece una participación cocreativa humana plena en el proceso psicocósmico; ofrece un tipo de participación cocreativa muy parcial y restringida en un proceso psicocósmico que él ha definido previamente en términos de una teoría muy cuestionable de aspectos y atribuciones planetarias derivadas de una astrología basada en la astronomía geocéntrica. Esta predefinición vincula nuestra cocreatividad cósmica a la observación de las efemérides, por un lado, y a los libros de texto tradicionales de interpretación astrológica, por otro.
Para reiterar mis puntos de vista de la sección A.3: creo que la cocreatividad plena es capaz, en seres humanos despiertos, de una rica, dinámica y diversa variedad de actuaciones empoderadoras idiosincrásicas en las que la naturaleza única de un ser humano encuentra su correlato sincrónico en un patrón macrocósmico único, que no está sujeto a reglas, sino liberado por un compromiso personal impredecible con el asombro, la belleza y el drama cósmico. Hay muchas nuevas transfiguraciones psicocósmicas esperando ser representadas mediante una danza bio-espiritual empoderadora del ser somático en resonancia cocreativa con una diversidad ilimitada de configuraciones cósmicas del yo, la Tierra y las entidades del sistema solar, las entidades galácticas y las del espacio profundo.
D: Cuestiones de metodología
D.1 La ausencia de una curiosidad rigurosa
Apego a las gafas
No puedo encontrar ningún pasaje en todo el libro donde Tarnas demuestre una curiosidad rigurosa por la posibilidad de encontrar contraevidencias. Nunca parece querer quitarse las «gafas de los aspectos» que le permiten ver correlaciones para, acto seguido, buscar eventos que encajen con las cualidades arquetípicas de un aspecto pero que queden fuera de su rango de influencia; o ver si puede detectar eventos que, estando dentro del rango de un aspecto, contradigan totalmente su configuración arquetípica.
Intoxicación arquetípica
En su lugar, Tarnas se entrega a una confirmación continua, sin el rigor de una curiosidad falsadora. Amontona correlaciones como si la acumulación marcara una diferencia persuasiva. Así, enumera un pequeño número de masacres que coinciden con alineaciones Saturno-Plutón. Pero incluso si pudiera presentar doscientas masacres coincidentes con un tipo de díada planetaria, esto no sería más que un cubo de agua en el océano, dada la propensión mundial de los seres humanos a matarse entre sí, evidente durante miles de años en todas las partes del mundo. Muchos montoncitos de correlaciones, basados en el uso astrológicamente dudoso y forzado de solo dos principios planetarios —sin una curiosidad herética evidente sobre datos de tipo XY fuera de una alineación XY, o sobre datos que no sean de tipo XY dentro de una alineación XY— son indicativos de una intoxicación arquetípica.
Mantenerse dentro de la fe
De este modo, su forma preferida de lidiar con los datos difíciles es la siguiente: «Cuando encontraba un evento o fenómeno cultural para el cual no eran evidentes de inmediato correlaciones planetarias convincentes, continuaba la investigación, permaneciendo abierto a la posibilidad de que un patrón correlativo significativo pudiera surgir con el tiempo a medida que aprendiera más» (p. 458). Esto deja claro que la función de los datos anómalos es simplemente alertar a Tarnas de su deficiente pericia astrológica. No percibo, ni en las líneas ni entre ellas, que Tarnas vaya a permitir alguna vez que los datos anómalos pongan en duda los principios astrológicos geocéntricos básicos en sí mismos: los aspectos mayores, las formas de correspondencia o los arquetipos planetarios. En otras palabras, su supuesto de trabajo tácito es que no pueden existir datos que no estén definidos por estos principios, algo que un astrólogo que mantiene la fe descubrirá tarde o temprano.
El rigor que Tarnas sí ejerce consiste en seguir un camino intermedio entre el supuesto moderno convencional de que los procesos cósmicos son básicamente aleatorios y carentes de sentido, y la naturaleza arbitraria de algunas doctrinas astrológicas convencionales (p. 459). Así, hay algunas características de la teoría astrológica de las que Tarnas no parece ocuparse, al menos en este libro —como los doce signos del zodiaco y las doce casas diurnas—, pero se aferra firmemente al núcleo central mencionado anteriormente, sin el cual la astrología no podría funcionar. Al abandonar el supuesto de la aleatoriedad, se adhiere con excesivo fervor no solo a la suposición de un orden subyacente, sino a la suposición de un núcleo subyacente de orden astrológico geocéntrico.
La tentación del autorescate
Existe, de hecho, la tentación de permanecer siempre dentro de los supuestos de la astrología en lugar de cuestionarlos radicalmente. Esto se debe a que sus complejidades la hacen muy rica en formas persuasivas de autorescate y autoprotección. Así, para cualquier tránsito que involucre a los planetas A y B, hay muchas redes de seguridad subyacentes. Si encuentras algún evento que parece manifestar un aspecto A-B, pero cae totalmente fuera del rango de uno, entonces, con un poco de ajuste imaginal y polivalente, puede reconstruirse como parte de un aspecto de uno o más de los muchos otros ciclos de tránsito. Así, podrías descubrir que mientras el aspecto A-B no está actuando, o bien A por sí solo, o bien B por sí solo, están alineados con algún otro planeta; o que otros dos planetas están en un aspecto que de alguna manera refleja la interacción arquetípica A-B; y regularmente hay tránsitos mundiales de todo tipo entre los que elegir.
D.2 El problema del margen permisivo
Más allá del punto de ruptura
Sugiero que, con una flexibilidad imaginativa suficiente, es posible proyectar una categoría multivalente muy amplia en casi cualquier evento cultural complejo o en cualquier ser humano con una dotación rica y compleja. Cuanto más multivalente y multidimensional sea la categoría, más permisiva será el margen al aplicarlo, y más invocará la persona que la aplica validaciones de tipo artístico, intuitivo e imaginal, como de hecho hace Tarnas. Todo esto está muy bien hasta cierto punto. El problema es que puede pasarse de la raya fácilmente. Aunque Tarnas es sensible a este peligro, no creo que evite caer en él. Ya he mencionado la reseña de un astrólogo que afirma que hay momentos en los que parece que Tarnas está estirando el simbolismo de un solo aspecto hasta el punto de ruptura y más allá (Phillipson, 2006).
Dada la descripción ampliamente multivalente que Tarnas ofrece de la interacción de dos arquetipos planetarios cualesquiera; dada la clase especial de visión imaginal flexible y matizada que Tarnas dice que es necesaria para aplicar esta doble multivalencia; dados los datos ricos y complejos a los que se aplica; dado que se permite un límite exterior de hasta 20 grados de arco alrededor de la alineación exacta para que esta se considere en sincronía con la psique humana; y dado que tiene cuatro aspectos «duros» que considerar en cualquier ciclo de tránsito, no es sorprendente que esta combinación tan generosa pretenda identificar correlaciones relevantes. Pero el exceso de datos, con toda su diversidad, riqueza y complejidad inexploradas, simplemente comienza a desbordar el recipiente de dos categorías en el que se están vertiendo. De hecho, la integridad de la cultura occidental se ve comprometida por la incesante subsunción de sus diversos aspectos bajo solo dos categorías a la vez, pareja tras pareja.
Margen con los eminentes
Tarnas se otorga una gran margen al elegir qué etapa de la creatividad humana de los personajes eminentes se reclama como evidencia de correlación con un tránsito mundial: a veces es la ocasión de la inspiración original, a veces es el periodo de creación de la obra, otras es la ocasión en que la obra se publica o se representa. Estas etapas, para cualquier persona eminente, pueden abarcar varios años, por lo que no será demasiado difícil encontrar al menos una de ellas que ocurra dentro del periodo activo de 15 a 20 grados de, por ejemplo, una conjunción o una oposición dentro de un ciclo Júpiter-Urano. Y en varios casos, realiza su elección de la etapa sin ninguna referencia cruzada con los tránsitos personales del individuo involucrado.
Llenando el vacío
Como vimos en la sección A.3, los vacíos inactivos en un ciclo de tránsito mundial pueden estar cubiertos por alineaciones activas en otro; y si uno de los planetas es el mismo en cada ciclo, entonces un evento configurado arquetípicamente que se extiende desde una alineación activa hasta un vacío inactivo en el primer ciclo, puede transferirse con cierta adaptación multivalente a una alineación activa en el segundo. Tarnas aplica este desplazamiento a los datos sobre Aurobindo (p. 364). Esta es otra adición al margen interpretativo.
D.3 La seducción del significado holonómico y su transformación ocasional
El principio holonómico
La cuestión del margen permisivo, explorado brevemente más arriba, descansa sobre una cuestión más profunda: la seducción del significado holonómico. El principio holonómico, al cual suscribo, afirma que el todo está representado, codificado, implicado de alguna manera en la parte. Este es el principio del universo-en-un-grano-de-arena, el microcosmos-reflejando-el-macrocosmos. Así, el cuerpo entero está codificado genéticamente en cada una de sus células.
La seducción del significado holonómico
Este es un vástago degenerado del principio holonómico. La seducción afirma que si tomas cualquier conjunto de un número relativamente pequeño de categorías básicas y variadas de significado e interpretación, que sean amplias y exhaustivas en su alcance, y que puedan aplicarse a la condición humana, entonces cualquiera puede, en cierto grado, identificarse con cualquier combinación de ellas, ya sea aplicada como interpretación de la estructura de la personalidad o como interpretación de situaciones y eventos vitales.
La inversa de esto, por supuesto, es que cualquier practicante puede tomar cualquier combinación y leerla en cualquier persona o cualquier evento. Los resultados de los estudios experimentales de astrología citados en la sección A.4 proporcionan cierta evidencia de la seducción del significado holonómico en funcionamiento. Joseph Needham, en su obra clásica sobre la historia de la civilización china, muestra cómo el desarrollo de la ciencia empírica se vio frenado por una prolongada adicción cultural a interpretarlo todo en términos de la teoría de los cinco elementos (Needham, 1956).
El experimento del zodiaco
La seducción del significado holonómico también queda bien ilustrada por una de las anomalías más intratables de la astrología. El zodiaco es la plataforma básica de la astrología tradicional, pero ¿cuál eliges usar: el zodiaco sideral de las doce constelaciones fijas reales llamadas Aries, Tauro, etc., o el zodiaco tropical de doce segmentos de 30 grados marcados alrededor de la eclíptica desde el punto del equinoccio vernal? Debido a la lenta rotación cónica del eje de la Tierra, y la resultante precesión de los equinoccios, los dos zodiacos están ahora desplazados unos 25 grados, por lo que, con la excepción de los 5 grados de superposición, tu signo solar en un zodiaco cambia a un signo solar adyacente en el otro zodiaco.
Una vez di una charla a un grupo de amigos, todos los cuales creían en sus signos solares tropicales, y los convencí —mediante argumentos ostensiblemente plausibles pero espurios en los que yo realmente no creía— de que era mejor usar el zodiaco sideral. Una vez persuadidos, fui recorriendo la sala y anunciándoles sus nuevos signos solares. En cada caso, abrazaron el nuevo signo con una sensación de comprensión liberadora (liberating insight). Debo decir aquí que, hasta ahora, no he encontrado buenas razones para usar ninguno de los dos zodiacos. Es importante añadir que el propio Tarnas no hace referencia a ninguno de los dos zodiacos en sus muchas correlaciones.
El experimento de adivinación arbitraria
En lugar de usar los cinco planetas exteriores, elige cinco símbolos tomados al azar de una baraja de Tarot y combínalos en cuatro pares diferentes; luego inventa cuatro ciclos temporales diferentes y bastante arbitrarios, consistiendo cada ciclo en un periodo en el que el par está inactivo y un periodo en el que está activo, con su influencia alcanzando el pico en medio del periodo activo. Haz una elección arbitraria de cuatro años diferentes desde los cuales inicias tus cuatro ciclos moviéndose hacia adelante y hacia atrás en el tiempo. Ahora usa este sistema de adivinación para interpretar la historia de tu vida. Luego pruébalo en la historia del país en el que vives, o en cualquier fragmento importante de la historia que conozcas bien o sobre el que te interese investigar.
Prepárate para encontrar una cantidad sorprendente de plausibilidad adhiriéndose aparentemente a los resultados. Y si te encuentras con algún dato anómalo, profundiza en los matices imaginales de tus pares de símbolos, hasta que tu visión más sutil resuelva lo anómalo en lo revelador. Lo que tenemos en este experimento es un procedimiento de adivinación bastante arbitrario. Y la implicación es que la astrología misma puede ser un procedimiento de este tipo. Pero también debemos tener en cuenta la siguiente posibilidad.
La paradoja de lo arbitrario
Muchas veces, un procedimiento arbitrario de este tipo simplemente complacerá la seducción del significado holonómico, leyendo cualquier cosa en cualquier cosa. Pero es paradójicamente posible que, en ocasiones, tal procedimiento arbitrario pueda ser el vehículo para algún tipo de proceso intuitivo directo, en cuyo caso el patrón arbitrario de símbolos, hojas de té o características astrológicas hace dos cosas:
- En primer lugar, distrae a la mente racional y práctica, la desarma y la destituye, de modo que una facultad intuitiva, incluso extrasensorial, puede sintonizar directamente con la persona, el evento o la época cultural que se está adivinando.
- En segundo lugar, proporciona un marco sistemáticamente ambiguo, capaz de recibir innumerables interpretaciones diferentes, sobre el cual esta facultad puede proyectar sus hallazgos.
La función real del elaborado sistema de símbolos y reglas es ocupar a la mente distraída, que cree que se está relacionando con alguna sabiduría antigua que retrata el mundo tal como es realmente en un nivel profundo, sin darse cuenta de que el sistema es fundamentalmente incoherente. Y mientras la mente racional está así activamente engañada (busily deluded), la facultad adivinatoria puede llegar al corazón del asunto totalmente fuera de las limitaciones del sistema. Una vez que la adivinación directa ha hecho su trabajo, no es demasiado difícil encajar sus hallazgos en los símbolos y reglas. Este análisis se aplica particularmente bien a la astrología, que tiene tantos elementos interactuando para interpretar (Heron, 2006).
Si hay algo de verdad en esta teoría, significaría, por supuesto, que podrías reorganizar y redefinir radicalmente todas las partes componentes de la astrología, y seguiría funcionando de vez en cuando como vehículo para un proceso intuitivo directo; un proceso que debe distinguirse del proceso de simplemente hacer que la astrología parezca funcionar mediante la simplificación selectiva y el estiramiento, que es lo que Tarnas parece estar haciendo.
D.4 La cuestión de la evidencia de respaldo
Apelar a los colegas
En la sección B.2 mencioné que Tarnas nunca cita a otros astrólogos para respaldar ninguna de sus innumerables interpretaciones. Resulta extraño ser tan académico con los datos históricos, pero no con la forma en que otros astrólogos los han interpretado. Existe una vasta literatura astrológica. ¿No hay en ella nada sobre correlaciones históricas con tránsitos mundiales? ¿O es que lo que hay es demasiado inconsistente y confuso para ser de ayuda? Si la literatura no sirve de apoyo, ¿no habría sido prudente invitar a astrólogos que Tarnas respete para que formulasen —de forma independiente y sin consultarse— sus propias visiones sobre la relación entre los tránsitos mundiales y los eventos de la tradición cultural occidental?
Falta de fiabilidad sistémica
Uno de los grandes problemas en todo este campo es su falta de fiabilidad. Se han realizado más de cien estudios experimentales sobre la astrología general (Kelly et al., 1990; McGrew y McFall, 1990). Entre los hallazgos se encuentran los siguientes:
- Es igual de probable que los sujetos de una lectura astrológica piensen que la lectura de otra persona es una descripción tan precisa de ellos como la suya propia (Efecto Barnum/Forer).
- No hay acuerdo entre las interpretaciones de diferentes astrólogos sobre la misma carta natal.
- Más de 3.000 predicciones hechas por astrólogos no fueron mejores que si hubieran sido fruto del azar.
Si Tarnas hubiera citado o contratado a otros astrólogos, los resultados bien podrían haber desbaratado su teoría de los tránsitos mundiales. ¿Es por eso por lo que no se les pidió ayuda?
Tarnas descarta la investigación estadística y experimental sobre la astrología alegando que ha «aportado relativamente poco a la comprensión astrológica» (p. 76, también 462-3). Precisamente, porque expone la naturaleza poco fiable de dicha comprensión. Lo que la investigación estadística ha revelado inequívocamente es que los astrólogos profesionales respetados no se ponen de acuerdo sobre la interpretación de una misma configuración astrológica. Tarnas no menciona en absoluto este hallazgo consistente, y creo que es poco sabio ignorarlo. Para un ejemplo adicional, véase la investigación de Shawn Carlson que involucró a 30 astrólogos estadounidenses y europeos considerados por sus pares como los mejores practicantes de su arte (Carlson, 1985).
Tergiversación de los estudios de Gauquelin
Tarnas sostiene que los conocidos estudios de Gauquelin —replicados por otros— apoyan la astrología, pero los hallazgos (sobre las correlaciones entre el nacimiento de profesionales eminentes en varios campos y ciertas posiciones de Saturno, Júpiter y Marte) muestran que el efecto es muy débil. Los resultados revelan que el 22% de los atletas de élite, frente a una tasa base del 17% de la población general, tienen a Marte en posición. Por lo tanto, los atletas de élite solo tienen un 5% más de probabilidades que el resto de nosotros de mostrar el «efecto Marte»; y la gran mayoría de los atletas de élite no muestran ningún «efecto Marte» en absoluto. Además, el efecto no se aplica a quienes no son eminentes (Ertel e Irving, 1996). El propio Gauquelin tenía claro que sus hallazgos no encajaban con los patrones astrológicos tradicionales. Ciertamente hay «algo» mínimo ocurriendo aquí —como incluso Hans Eysenck reconoció—, pero no sirve para defender la astrología tradicional.
Tarnas tergiversa los estudios de Gauquelin e infla su apoyo a la astrología (p. 75-6). La forma en que escribe sobre «una correlación estadística altamente significativa» es claramente para implicar que el efecto es muy fuerte. No menciona en absoluto el hecho de que el efecto es muy débil, y que los estudios de replicación muestran el mismo efecto debilísimo. Las correlaciones, en realidad, representan menos del 1% de la variabilidad.
Tarnas afirma que los hallazgos de Gauquelin corresponden a los principios astrológicos tradicionales. Otros astrólogos, así como Gauquelin, no están de acuerdo con él. He aquí una visión actual de un sitio web que fomenta la investigación: «Debe decirse que incluso si uno acepta los resultados de Gauquelin, estos contradicen la comprensión astrológica tradicional sobre la debilidad de las casas cadentes y no tienen valor práctico para los astrólogos consultores. El efecto solo funciona con sujetos eminentes y predice la eminencia solo marginalmente… Eso deja al 78% de los sujetos con Marte fuera de la zona plus de Gauquelin. Difícilmente algo que un astrólogo consultor pueda usar» (McDonough, 2006).
Tarnas también dice que «Los resultados positivos de los estudios de Gauquelin… presentaron un desafío robusto en los propios términos de la ciencia al descarte científico de la astrología» (p. 76). Esto es una pieza de propaganda engañosa. Lo que estas extrañas y débiles correlaciones hacen en realidad es confrontar a los astrólogos tradicionales tanto o más que a los científicos convencionales. Hans Eysenck, un científico convencional formidable, tuvo la integridad de reconocer plenamente la naturaleza incómoda de la confrontación para la ciencia. Lo que frustraba a Gauquelin era que los astrólogos tradicionales no podían lidiar con la confrontación. Tarnas evita la confrontación apropiándose falsamente del trabajo de Gauquelin como si apoyara la astrología tradicional, para luego descartar el trabajo y su metodología por no añadir nada nuevo, de modo que pueda avanzar su propio tipo de elaboración intuitiva neojunguiana como un camino mejor.
D.5 Falta de una justificación adecuada
¿Cuál es el sentido y el propósito de que Tarnas promueva sus correlaciones de tránsitos mundiales? Sugiere dos razones. La primera es que su supuesta fiabilidad superior puede animar a la gente a investigar sus propias cartas natales. He expuesto una serie de consideraciones sobre por qué creo que la afirmación de cualquier fiabilidad es cuestionable.
La segunda razón es hacer más conscientes las dinámicas arquetípicas inconscientes, de modo que las personas puedan estar empoderadas para participar en estas dinámicas, ejerciendo su autonomía de manera cocreativa. Una vez más, la falta de fiabilidad compuesta de las correlaciones de un solo hombre, basadas en una sola tradición y en pares de tránsitos selectivos, divorciadas de correlaciones múltiples concurrentes y sin el apoyo de las correlaciones de nadie más, no proporciona ninguna garantía adecuada para empoderar a nadie. Creo que es poco prudente sugerir que las personas orienten su creatividad teniendo en cuenta los tránsitos mundiales bajo la luz exclusiva de su versión solitaria de la influencia disociada de solo cuatro de ellos en un rincón limitado de la historia mundial. Esta opinión se ve subrayada poderosamente por los problemas que se adjuntan a algunas de las características básicas de la cosmovisión astrológica a la que Tarnas se suscribe; y a estos paso ahora.
E: La cuestión de los aspectos planetarios
Existe una base geométrica muy simple para la conexión arquetípica entre el cosmos y la psique en la cosmovisión de Tarnas. Consiste en que dos o más arquetipos interactúan dinámicamente dentro de la psique humana cuando los planetas con los que están asociados forman ciertos ángulos con la Tierra —la cual se encuentra en el vértice de dichos ángulos—. Estos ángulos se denominan aspectos y los principales son (sus nombres figuran entre paréntesis): 0 grados (conjunción), 60 grados (sextil), 90 grados (cuadratura), 120 grados (trígono), 180 grados (oposición). Se otorgan unos pocos grados de arco a cada lado del ángulo exacto como el margen (latitude) para que cada aspecto manifieste su relación sincrónica con la mente humana. Tarnas sostiene que las conjunciones, cuadraturas y oposiciones significan interacciones arquetípicas «duras» y estresantes dentro de la psique, mientras que los sextiles y trígonos indican interacciones «blandas» y armoniosas. Todo esto tiene sus orígenes en la astrología geocéntrica de la era helenística y su desarrollo en la cosmovisión ptolemaica.
E.1 La ausencia de validación
La teoría de los aspectos parece derivarse de los caprichos numerológicos de la hermandad pitagórica del siglo V a.C. y fue elaborada por los astrólogos helenísticos geocéntricos: así, el dos, un número par, es femenino y malvado, por lo que la división del círculo celestial de 360 grados por dos o por un múltiplo de dos produce los maléficos aspectos «duros»; mientras que el tres es un número impar y, por lo tanto, masculino y bueno, por lo que el círculo celestial dividido por tres o un múltiplo de tres nos da los benéficos aspectos «blandos». Una derivación relacionada proviene de la forma en que se asignaron los cuatro elementos a los signos zodiacales: los signos con el mismo elemento son compatibles entre sí y se sitúan en relaciones de 120 grados, de ahí el origen de que los aspectos de trígono sean «blandos». Los signos con elementos diferentes y conflictivos están opuestos entre sí o en ángulos rectos, y esta es la fuente de los aspectos «duros» de oposición y cuadratura.
Ambas fuentes implican correlaciones arbitrarias y dogmáticas entre diferentes tipos de categorías; y si se siguen de manera sistemática, producen inconsistencias y anomalías incapacitantes. Ciertamente, Tarnas no las presenta como una forma de validar su teoría de los aspectos. El problema es que no presenta ningún tipo de argumento validante para ella en absoluto, más allá de afirmar que «era para Kepler el principio más fundamental y empíricamente validado en astrología» (p. 105). Ahora bien, Kepler sin duda afirmó que su propia experiencia «da credibilidad a la eficacia de los aspectos». Debemos recordar, sin embargo, que Kepler estaba muy bajo el hechizo del misticismo geométrico pitagórico y platónico, y fue notable que se liberara de él lo suficiente como para establecer, basándose en datos astronómicos, la naturaleza elíptica de las órbitas planetarias. Y la experiencia de un solo hombre no constituye una validación adecuada.
E.2 ¿Qué hay de los aspectos microcósmicos?
Tarnas, siguiendo a Jung, sostiene que los «principios del número y la forma geométrica» son un tipo principal de arquetipo (p. 57). Esto significa que los ángulos de los aspectos están asociados con arquetipos dinámicos, que son de hecho arquetipos potentes y supraordenados, ya que controlan y determinan cómo los principios planetarios entran en interacción. Y puesto que, como sostiene Tarnas, el microcosmos refleja el macrocosmos, entonces podemos pedir propiamente evidencia de que estos poderosos arquetipos angulares tienen una influencia dentro de nuestra experiencia terrenal.
Aspectos en la sociedad humana
Así pues, podemos preguntarnos si existe alguna evidencia de que la facilidad o dificultad de los miembros de pequeños grupos de personas para trabajar, hablar, jugar, bailar o actuar juntos en la misma zona del espacio guarde alguna relación con los patrones angulares formados entre ellos en dicho espacio.
Si la persona B está negociando con las personas A y C mientras está de pie o sentada en un ángulo de 90 grados con respecto a ellas, ¿va a ser el proceso estresante para B, en contraposición a ser armonioso si el ángulo es de 60 o, mejor aún, de 120 grados? En la composición y el diseño de las artes plásticas —arquitectura, escultura, pintura, artes gráficas—, ¿parecen los ángulos de 90 y 45 grados ser, en algún sentido estético, más difíciles que los de 60 y 120 grados?
En los diversos símbolos de las tradiciones y escuelas religiosas de todo el mundo, ¿hay alguna evidencia de que, en la mayoría de los casos, se utilicen los ángulos de 60 y 120 grados para representar lo armonioso, mientras que los ángulos rectos, los cuadrados y las cruces se utilicen para representar lo estresante? Si E, D y F son tres capitales (centros de gobierno) de tres naciones soberanas, y si están todas en línea recta con D en el medio, ¿se encuentra el gobierno D atrapado en interacciones estresantes entre los gobiernos E y F? ¿Y existen relaciones armoniosas entre otras tres naciones soberanas cualesquiera cuyas capitales sean los vértices de un triángulo equilátero? Y así sucesivamente.
Empezar por lo microcósmico
Existe un abanico interminable de posibles experimentos e investigaciones que podrían plantearse para ver si la teoría de los aspectos se sostiene en las interacciones humanas, y animales, de muy diversos tipos. ¿Es responsable ir a lo macrocósmico con esta teoría sin presentar ni una pizca de evidencia de que se sostiene microcósmicamente?
¿No es más sabio buscar evidencia en la escala microcósmica, accesible y manejable, que (como se esfuerza por hacer Tarnas) en los tránsitos planetarios macrocósmicos en relación con el vasto y multitudinario barrido de la historia humana en la Tierra —una escala inmanejable en la que las cuestiones de interpretación y su validación se vuelven, como ya hemos visto, problemáticas—? Y si hubiera alguna evidencia de un efecto microcósmico, ¿no podría aprovecharse para hacer una contribución significativa a la calidad de la vida cotidiana? ¿Alguien ha investigado alguna vez este asunto? No hay evidencia en este libro de que Tarnas tenga conciencia alguna de las implicaciones microcósmicas inmediatas de su teoría de los aspectos.
E.3 El desafío desde una perspectiva pan-planetaria
Los astrólogos son geocéntricos: solo tienen en cuenta los aspectos centrados en la Tierra. Si la Tierra está en aspecto con Marte y Venus, ignoran los aspectos concurrentes centrados en Marte y los centrados en Venus, y cómo estos matizan el aspecto centrado en la Tierra.
¿Qué le sucede a la teoría de los aspectos si intentas generalizarla a todo el sistema solar? ¿Sobrevive una teoría creada dentro de un contexto geocéntrico a su traducción a un contexto heliocéntrico? Si extendemos la teoría al sistema solar en su conjunto y adoptamos una visión pan-planetaria, entonces todos los planetas, incluida la Tierra, están en una red intrincadamente compleja y siempre cambiante de aspectos planetarios y, por tanto, de múltiples interacciones arquetípicas cambiantes.
Si estás en el planeta A, y A está en aspecto con B y C, entonces necesitas conocer todos los demás aspectos en los que B y C están ocupados para evaluar adecuadamente la naturaleza de la interacción ABC. Si para A, B y C están en oposición, mientras que B está en trígono con D y E, entonces el impacto para A es algo diferente a si B estuviera en cuadratura con D y E. ¿Y entonces qué más está pasando para D y E?
Mi intuición es que, para cualquier momento particular del tiempo, si calcularas todos los aspectos «duros» y «blandos» para cada planeta individual en relación con los demás planetas, todo el sistema colapsaría en una intrincada confusión y contradicción. Dudo mucho que las simplicidades geométricas arbitrarias de la era geocéntrica sobrevivieran por mucho tiempo en los vertiginosos patrones orbitales de la sofisticación heliocéntrica.
Las cuestiones planteadas por un enfoque pan-planetario son importantes para los astrólogos. En los próximos dos mil años, es muy probable que tengamos colonias humanas y estaciones espaciales en la superficie de, o flotando en los gases de, varios planetas del sistema solar. Cuando nazcan niños en estos puestos avanzados planetarios, ¿cómo construirán e interpretarán los astrólogos sus cartas natales?
Entre las muchas cuestiones que surgen, está el problema de las lunas. Nuestra luna está asociada astrológicamente con un principio arquetípico, así que ¿asumimos por tanto que cada una de las doce lunas de Júpiter tiene un principio arquetípico distintivo vinculado a ella? Si es así, entonces un niño nacido en una estación espacial humana flotando en los vapores gaseosos de Júpiter tendrá una carta natal que incluya todos los aspectos que las doce lunas jovianas tienen entre sí, con el sol y con todos los otros planetas, y todo esto combinado con todos los demás aspectos no lunares. Quizás los astrólogos heliocéntricos pan-planetarios acuerden sensatamente olvidarse de las lunas del planeta multi-lunado en el que se basen.
No hay evidencia en este libro de que Tarnas se haya preguntado alguna vez —para prepararse para nuestro futuro en el sistema solar— si su astrología geocéntrica es compatible con la astrología heliocéntrica pan-planetaria.
F. La cuestión de los arquetipos planetarios
La otra plataforma principal de la cosmovisión astrológica de Tarnas es que el sol, la luna y los planetas están asociados cada uno con un principio arquetípico distintivo.
F.1 Una composición incómoda
El relato de Tarnas sobre un arquetipo planetario tiene tres orígenes: el concepto junguiano de disposiciones psicológicas innatas en el inconsciente colectivo de los seres humanos, la noción platónica de una Idea trascendente que da forma y significado a su correlato empírico, y la visión geocéntrica de diferentes dioses o espíritus subordinados asociados con la luna, el sol y los planetas. Tarnas desarrolla estos tres elementos en una composición incómoda, al borde de la confusión (muddle), tal como pone de manifiesto el siguiente punto.
F.2 Una vinculación precaria
Existe un gran problema sobre la naturaleza de la relación entre un arquetipo y un planeta físico. Tarnas no dice nada más que un principio arquetípico está «vinculado a» o «asociado con» un planeta, y que «los arquetipos poseen una realidad que es tanto objetiva como subjetiva, una que informa tanto el cosmos exterior como la psique humana interior» (p. 86), y lo deja ahí.
Existe aquí una enorme brecha estética, una discontinuidad imaginal flagrante entre la realidad física del planeta y el arquetipo que está inexplicablemente vinculado a él y que lo informa objetivamente. Leed el relato que da Tarnas de los atributos multivalentes del arquetipo de Plutón («poder elemental, profundidad e intensidad… instintos primordiales, libidinales y agresivos… descarga purgatoria violenta de energías reprimidas… etc.» (p. 99)) y luego contemplad el Plutón físico en los confines más externos del sistema solar: un cuerpo helado extremadamente frío, pequeño y remoto, de solo dos tercios del tamaño de la luna, un cuerpo que los astrónomos han degradado y designado recientemente como planeta enano.
Hay, prima facie, algo descabellado en esta supuesta «asociación»; en que ese arquetipo, tal como se define, informe objetivamente a ese planeta, tal como se describe. Otra forma de plantear esto es preguntar cómo un arquetipo psicológico semejante podría tener algo que ver con una Idea Platónica de la forma espacio-temporal del planeta. Por cierto, dado que Plutón solo fue descubierto en 1930, necesitamos muchos más detalles sobre cómo los astrónomos han establecido tan rápidamente la identidad de su arquetipo asociado.
Nótese que los antiguos astrólogos geocéntricos, cuyas atribuciones planetarias todavía se usan hoy, no tenían esta brecha estética. En ausencia total de cualquier conocimiento sobre la naturaleza física de cada planeta, podían dar un salto imaginativo desde su simple apariencia sensorial —como una luz en movimiento en el cielo— hacia una caracterización del dios involucrado: Mercurio corriendo alrededor de la Tierra es el mensajero; Venus aparece como la estrella de la tarde o la estrella de la mañana, cuando la gente está haciendo el amor; Marte está teñido de rojo, el color de la sangre; Júpiter es magnánimo en su gran brillo inquebrantable; Saturno camina muy lentamente por el cielo como si cargara una pesada carga.
Pero una vez que sabemos todo lo que sabemos ahora sobre las propiedades físicas de los planetas, me parece que los astrólogos deberían, como mínimo, cerrar la brecha estética a la luz del conocimiento astronómico contemporáneo, y renovar totalmente su descripción de los arquetipos planetarios. ¿Qué cualidades, cabe preguntarse, habrían atribuido los astrólogos helenísticos a Júpiter si hubieran sabido que tiene un gran núcleo interno de hielo rodeado por un océano de gases comprimidos y licuados, fusionándose en una atmósfera exterior de hidrógeno que contiene nubes de metano y amoníaco?
Si juntamos todo esto con la teoría de los aspectos, seguramente hay algo arbitrario, simplista, ingenuo —y llanamente poco convincente a nivel imaginativo— en el hecho de que vínculos inexplicables sean agitados hacia una actividad interactiva por pedazos rudimentarios de geometría. ¿Es realmente así como nuestra pequeña porción local del cosmos está dinámicamente dotada de alma (ensouled)?
Una astrología viable necesitaría adivinar de nuevo (divine afresh) lo que sea, si es que hay algo, que los planetas simbolizan, representan —cualquier cualidad, si la hay, que encarnen o refracten— atendiendo plenamente a sus propiedades físicas, lunas y movimientos, sintonizando con sus reinos sutiles, energías y presencias, y construyendo sobre el trabajo de Gauquelin al realizar —sin el estorbo del dogma astrológico tradicional— una gran cantidad de trabajo empírico sistemático y original sobre la correlación de su ubicación en el espacio con las personas y los eventos aquí en la tierra. En lugar de un renacimiento de su antiguo núcleo de principios geocéntricos, la astrología —renombrada como psicoastronomía— necesita una combinación de conocimiento astronómico moderno, una metodología contemporánea audaz y original, y una videncia (seership) moderna.
Aquí tienes la traducción de las secciones finales (F.3 y F.4) y la conclusión de la crítica de John Heron. Estas secciones son demoledoras para la astrología clásica, pero ofrecen oportunidades de oro para fundamentar tu Psicoastronomía SPAR.
F.3 Principios planetarios a montones
Además del planeta enano Plutón, descubierto en 1930, ahora existe otro planeta enano también en el cinturón de Kuiper, como Plutón, pero mucho más alejado. Se trata de Eris, ligeramente más grande que Plutón. Además de Plutón (1.430 millas de diámetro) y Eris (descubierto en 2003, con 1.491 millas de diámetro), se han avistado más de mil cuerpos rocosos y helados en el cinturón de Kuiper, incluidos Quaoar (745 millas), Ixion (660 millas) y Varuna (560 millas). Los investigadores estiman que hay 500.000 cuerpos con diámetros superiores a las 20 millas en el cinturón, y que algunos de ellos son casi con certeza del tamaño de Plutón, si no más grandes. Luego, mucho más allá del cinturón de Kuiper, está Sedna (1.000 millas de diámetro), descubierto también en 2003, y que puede estar en alguna parte interna de la nube de Oort de cuerpos helados que orbitan el sol a una distancia de 2 a 19 billones de millas.
Los astrólogos ya se han arriesgado (gone out on a limb) vinculando un potente arquetipo psicológico a Plutón. ¿Cuántas veces puede repetirse este proceso con cuerpos de tamaño similar dentro del cinturón de Kuiper y la nube de Oort sin que se vuelva seriamente cuestionable? Y si no puede repetirse sensatamente con todos los objetos similares a Plutón, entonces los fundamentos para aplicarlo a Plutón también quedan en entredicho.
F.4 El arquetipo de la Tierra in absentia
Tarnas no atribuye en ninguna parte de su libro un principio arquetípico distintivo al planeta Tierra. En su capítulo sobre los planetas ofrece un relato completo de los atributos arquetípicos asociados con el Sol, la Luna, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón; pero ni una palabra sobre la Tierra. Escribe todo el libro como si la Tierra fuera arquetípicamente vacua. Así, cuando dos planetas están en aspecto con la Tierra, esto es sincrónico solo con una interacción diádica entre los arquetipos de los otros dos planetas, la cual impacta directamente en la experiencia humana. Y la experiencia humana no es en sí misma un arquetipo, sino solo parte del mundo empírico en el que se manifiestan los arquetipos. No hay interacción triádica entre un arquetipo de la Tierra y cualesquiera otros dos arquetipos planetarios con los que la Tierra esté alineada.
Esta vacuidad arquetípica de la Tierra se hereda de los orígenes de la astrología, en una época en la que prevalecía el antiguo universo geocéntrico de la física aristotélica y la astronomía ptolemaica. En ese universo, la tierra está en el centro, donde se acumulan todos los elementos pesados: es un coágulo pasivo (passive coagulum) y humilde sujeto a la influencia del sol, la luna y los planetas, que giran a su alrededor en esferas transparentes movidas por dioses o espíritus subordinados, y más allá de ellos está la esfera de las estrellas fijas, movida directamente por Dios.
Pero si has ido más allá de la astrología geocéntrica, y eres un astrólogo pan-planetario en una colonia humana en Marte en un momento en que la Tierra y Urano están en oposición, para dar sentido a este aspecto necesitarás adscribir un principio arquetípico a la Tierra. Y si un humano nace en Marte en el momento de la oposición, interpretarás el aspecto en términos de tres arquetipos —los de la Tierra, Urano y el planeta hogar Marte— interactuando dinámicamente en su psique. Esto sería una gran mejora, se podría creer, en comparación con la práctica astrológica restringida actual en este planeta.
Una buena forma de adscribir un principio arquetípico a la Tierra es apropiarse de muchos de los atributos que Tarnas asigna a la Luna, tales como «la matriz del ser, el fundamento psicosomático del yo, el útero y el suelo de la vida… el impulso y la capacidad de gestar y dar a luz… lo inmanente, lo centrípeto, el hogar, la fuente fértil y el suelo… etc., etc.» (p. 90). De hecho, me parece que Tarnas desempodera a la Tierra al proyectar muchos de sus atributos simbólicos sobre la Luna, yerma, estéril y sin vida.
Que Tarnas excluya un arquetipo de la Tierra de esta manera de su cosmos ensalmado (ensouled) es teóricamente incoherente. Un astrólogo pan-planetario (que todavía crea en la astrología tipo Tarnas):
- Tendría una comprensión integral de los atributos arquetípicos multivalentes y multidimensionales asociados con la Tierra.
- Revisaría a fondo la interpretación, aquí en la Tierra, de cada horóscopo natal, tránsito personal y tránsito mundial, incluyendo en las interacciones arquetípicas el poder dinámico del principio arquetípico de la Tierra, así como los principios de los otros planetas involucrados.
- Pondría de manifiesto lo que significa nacer en el hogar manifiesto del arquetipo de la Tierra, estar encarnado en íntima conjunción con él.
- Pondría de manifiesto lo que significa para los seres humanos participar en una relación co-creativa y plenamente intencional con el arquetipo de la Tierra.
Tarnas dice que su teoría libera a los humanos de la sumisión a los arquetipos de otros planetas, a través de su noción de co-creatividad autónoma y participativa en su influencia multivalente. Incluso dentro de sus propios términos de referencia, no estoy convencido. Su geocentrismo no ha liberado a la Tierra de la sumisión porque su Tierra no tiene ningún arquetipo para unirse a la fiesta planetaria y, por tanto, los humanos no tienen ningún intermediario arquetípico a través del cual puedan influir en la danza cósmica.
Según su relato, ni un arquetipo de la Tierra, ni los humanos que participan en él, juegan parte alguna a nivel arquetípico en la dinámica de los arquetipos planetarios interactuantes. Es debido a la pasividad y vacuidad arquetípica de la Tierra en la visión de Tarnas que su teoría, vista desde dentro, carece de fuego prometeico. Pero vista desde fuera, donde sí atribuye arquetipos a otros cuerpos celestes, tenemos los dos problemas identificados anteriormente como «composición incómoda» y «vinculación precaria», por no mencionar todas las dificultades con los aspectos. Desafortunadamente, un astrólogo pan-planetario todavía carga (lumbered) con todas estas anomalías.
John Heron, septiembre de 2007
References
Carlson, S. (1985) “A Double-Blind Test of Astrology,” Nature, Vol. 318, pp. 419-425.
Ertel, S. and Irving, K. (1996) The Tenacious Mars Effect, Frome: The Urania Trust.
Heron, J. (2006) Living in Two Worlds, Auckland: Endymion Press.
Kelly, I., Dean G. and Sakolfske, D. (1990) “Astrology: A Critical Review,” in P. Grim (ed.), Philosophy of Science and the Occult, SUNY, pp. 51-81.
McDonough, M. (2006) “Astrology research”, http://www.astrodatabank.com/Astrology_Research.htm.
McGrew, J.H. and McFall, R.M. (1990) “A Scientific Inquiry into the Validity of Astrology,” Journal of Scientific Exploration 4, pp. 75-83.
Needham, J. (1956) Science and Civilization in China, Vol 2: History of Scientific Thought, Cambridge University Press.
Phillipson, G. (2006) www.skyscript.co.uk/rev_cosmos.html
Tarnas, R. (2006) Cosmos and Psyche. New York: Viking.
