Estos días me he visto felizmente involucrado en una muy interesante discusión -constructiva y rica- con el filósofo y astrólogo Jorge Bosia. Aunque he sacado tiempo de donde he podido, no me he podido resistir a la reflexión sobre cuestiones de fondo relacionadas con la naturaleza de los símbolos astrológicos, la cientificación de nuestra disciplina, etc. Es por ello que hemos creído que el intercambio de opiniones podría ser interesante para publicar en AE. Cualquier nueva reflexión será bienvenida.
Este debate se inicia a raíz de un texto que es una trascripción de un diálogo (leer aquí) entre Mauro Mazarella, Alejandro Lodi, Alejandro Luna y Victoria Zain (colaboradora de AE). En dicho diálogo, Jorge Bosia había añadido comentarios y algunos de ellos suscitaron en mí un profundo desacuerdo. A partir de aquí, decidí expresar mi desacuerdo y es como empieza esta publicación.
Aleix Mercadé:
Superinteresante. Había leído el diálogo pero sin las interesantes aportaciones de Jorge Bosia. Más adelante, cuando tenga más tiempo, prepararé una réplica porque no estoy muy de acuerdo con la idea de que el paradigma positivista esté obsoleto y haya que superarlo. Lo mismo me preguntaron después de mi ponencia sobre la aplicación del método científico en astrología. En mi opinión, la distinción sujeto-objeto es fundamental para evitar sesgos pues permite, entre otras muchas cosas, tomar contramedidas contra los sesgos subjetivos, diferenciar la fantasía de lo intersubjetivo, diferenciar el ver duendes verdes con saber que esos duendes verdes son por el LSD ingerido. Esto no excluye la idea, con la que estoy de acuerdo, de que el fenómeno astrológico debe abordarse desde otros puntos de vista, no sólo el positivista. Ahora bien, excluir puntos de vista por estar supuestamente obsoletos es, para mí, el error. Supongo que el uso de la palabra ‘paradigma’ es la que lo complica todo. Un paradigma es un punto de vista predominante, es una perspectiva socialmente aceptada. La astrología siempre será vista desde una perspectiva histórica-cultural, pero ¿y si sumamos perspectivas en vez de quedarnos con la erspectiva dominante? ¿Y si utilizamos lo mejor de cada visión? ¿Por qué quedarse con la visión de acuario sabiendo que hay 11 visiones más? ¿Tenemos que esperar 2000 años a que cambie el paradigma para que vuelva a ser legítimo abordar la astrología desde un punto de vista más observacional/medible? Y es que si hay algo que me fascina de la astrología es que en ella encuentro un sistema total que me permite una visión global; es el ambicioso y pretencioso sueño de todo filósofo hecho realidad.
Jorge Bosia:
Hola Aleix, qué bueno tu aporte. He visto algunos de tus artículos y son siempre muy valiosos. Comparto totalmente tu preocupación acerca del peligro del subjetivismo acrítico que es tan habitual en astrología y en el que nadie está exento de caer. Tampoco niego el positivismo como actitud o como método referido a las ciencias corrientes. Creo que cuando se trata de cuestiones que en última instancia se resuelven con números, una actitud positivista es valiosa. Si hay que construir un edificio, yo sería sumamente positivista en todo lo relativo a cálculos de materiales, inversión, y demás cuestiones concretas medibles. Ahora, no creo que lo haría para definir el estilo, la decoración y tantas otras cuestiones que hacen al buen vivir en una casa. Para todo eso necesito otras perspectivas. Tampoco ningún método positivista me indica si construirlo o no. La astrología, según entiendo, es 100% cualitativa en su función, e implica la introducción de fines y deseos. Por eso, me parece, tenemos que ir más allá del positivismo. Yo tomo la crítica al cartesianismo que atraviesa la filosofía desde hace unos 100 años. Creo que podemos elaborar conceptos novedosos que permitan dejar atrás los problemas del positivismo, sin desestimar sus logros. Un caso típico es el concepto de «exactitud». Creo que en astrología (salvo para los cálculos del mapa celeste) es irrelevante como concepto. Pero eso no quiere decir que tengamos que caer en la confusión. Yo lo reemplazaría por la idea de «rigurosidad», que sí podemos tener en cuenta al trabajar. La cuestión del paradigma epocal (Eras de Piscis, Acuario, etc.) me parece que hay que tomarlo con amplitud, pero lo vengo pensando desde hace algunos años, y creo que es muy útil para entender los grandes procesos históricos y generales. Sin embargo, siempre están actuando los doce paradigmas, Yo lo veo como una gran orquesta sinfónica, donde cada grupo de instrumentos hace su parte, y se puede distinguir tanto la melodía que siguen los violines, como escuchar la totalidad. Es fundamental la idea de que todos los paradigmas operan a la vez, sólo que en contextos superpuestos de muchas maneras. Creo, en fin, que compartimos inquietudes y preocupaciones, así como también con los otros participantes de ese hermoso diálogo, quizá diferimos en las búsquedas que hacemos para resolver esos temas que nos preocupan. Por eso me parece fundamental intercambiar; nos enriquece a todos.
Aleix Mercadé:
Siempre es enriquecedor el intercambio, he disfrutado de lo lindo con tu aporte. ¿Podrías explicarme un poco más en detalle qué significa para ti que la astrología sea en su función 100% cualitativa?
Supongo que la divergencia está, pues, en que no considero a la astrología 100% cualitativa, aunque quizás sí que lo sea en su funcionalidad. Para mí la cuestión aquí es entender lo astrológico más allá de su uso. Yo quiero entender su naturaleza para luego entender mejor su función y/o para poderla luego utilizar mejor.
2 ejemplos:
1) La psique humana supone fines y deseos. Buscamos ser felices, relacionarnos, amar, reconocimiento, etc. cada uno según su naturaleza particular y común. La ciencia moderna -sobretodo la medicina, la psicología y la sociología- ha estudiado el qué y el por qué de esta cuestión; ha estudiado qué pasa en nuestro cerebro, cómo funciona nuestro organismo, qué conductas ancestrales responden a necesidades básicas del ser humano y que, a sus vez, responden a necesidades biológicas como la nutrición, la seguridad o la procreación. Gracias a ello podemos afirmar con solidez que, por ejemplo, la sexualidad no es algo pecaminoso si lo deseamos. También, gracias a la ciencia, sabemos con seguridad que la felicidad nace de tener buenas amistades antes de ganar la lotería.
2) Podría decirse que en la música hay una cosa que es la acústica, la disciplina que estudia la física del sonido, pero que después hay toda una dimensión cualitativa y creativa. No negando esto, un enfoque positivista tampoco es absolutamente estéril. Primero, y esto es muy importante, porque los enfoques cuantitativos combinan lo cualitativo al hacer uso de variables nominales; segundo, porque existen estudios que correlacionan determinadas estructuras, ritmos y armonías con determinadas respuestas emocionales.
Volviendo a lo astrológico, quiero poner énfasis en que en el momento que decimos «yo he comprobado», «yo he visto muchas veces x» y cosas por el estilo estamos valorando la importancia de lo observable. ¿Pero cuán importante es? Para mí lo suficiente como para buscar la manera de adaptar a la astrología la metodología que ha demostrado mayor destreza midiendo lo observable: el método científico. Y eso siempre, por supuesto, sin reduccionismos.
Jorge Bosia:
Con lo de 100 % cualitativa me refiero a la naturaleza del zodíaco, de las Casas o de los planetas. Por supuesto que 30 grados son 30 grados y eso es cuantitativo. Lo que digo es que eso es una parte meramente instrumental. Una vez que tengo los cálculos, allí comienza lo estrictamente astrológico. Por ejemplo: veo que Saturno está situado en la Casa 1º de una persona. Por tanto, deduzco analógicamente (no sólo lógicamente) que esa persona está comenzando un largo ciclo. Lo que yo sé es que hay un período de, pongamos, 3 años (ahí está lo cuantitativo) en que es tiempo para ella de comenzar. (Lo digo sintéticamente para no alargar). Pero el «comenzar» es una cualidad de su tiempo, según el ciclo de Saturno. No hay nada cuantitativo en eso. Cualquiera puede ver el movimiento de Saturno o tomarlo de unas efemérides, pero sólo a partir del zodíaco puedo apreciar la cualidad de ese tiempo. La persona elegirá qué empezar o, inclusive, no empezar nada. Pero nosotros conocemos la cualidad vigente en ese período. A eso me refería con lo de cualitativo 100 %. Los elementos cuantitativos son sólo la logística para lo cualitativo. No niego nada de lo que dice averiguar la ciencia (que cambia continuamente, por otra parte, sus conclusiones), uso todo eso, es algo que tengo a disposición ¿cómo no habría de usarlo? Sería muy necio. Pero, para tomar un ejemplo que das: la condición para lo que decís es que «felicidad» debería ser definida, lo mismo que «amistad». Si tengo una definición (o sea si someto esos fenómenos al corset del pensamiento binario) de ambas cosas, seguro que hay métodos algorítimicos que permiten concluir lo que afirmás. Pero la cuestión se plantea acerca de las definiciones. ¿Qué pasa si no las acepto? Más aún ¿qué pasa si no acepto que ese tipo de cosas se puedan siquiera definir? Yo creo que esas son palabras esencialmente cualitativas y, por tanto, solo puedo aludir a ellas y no definirlas. Para esas palabras necesitamos los sistemas simbólicos como el zodíaco.
Aleix Mercadé:
Genial, Jorge. A pesar de que tengamos un punto de discrepancia en algo tan fundamental, te confieso que me motivan mucho tus palabras, me estás ayudando a poner orden en mis pensamientos. Gracias.
Yo pienso que se puede cuantificar esa cualidad de la que hablamos, ¿por qué pensar que lo cualitivativo estaría separado herméticamente de lo cuantitativo?. Esto es como separar lo racional del inconsciente, la forma de la materia… no le veo sentido. El mundo simbólico, el que nos permite decir que Saturno está en Escorpio y que esto tiene un significado, puede cuantificarse pues puede categorizarse, puede convertirse en variable susceptible de estadística. Aunque el arquetipo no sea mesurable en sí, sí que pueden serlo algunas de sus manifestaciones o expresiones. Déjame ponerte un ejemplo haciéndote una pregunta, pregunta que me inspiró algo que leí hace poco por Facebook: ¿Tú crees que los AC Tauro tenderán a tener el cuello ancho? ¿Qué te parece esta regla (=regularidad)? Esta regla sería una norma y algo más interesante: un patrón medible. Así pues, ¿firmarías que AC en Tauro tiende a manifestarse a través de cuellos anchos?¿O además añadirías a esta regla/norma/patrón el mirar también dispositores y ver si acompañan la fluida aplicación de esa ley? Supongo que ves claramente que si firmases estarías dando un lugar digno a lo positivista en el arte de la ya no inconmensurable interpretación astrológica. Yo pienso que sí encontraremos esos cuellos anchos, aunque tampoco lo he comprobado cuantitativamente. Por otro lado, entiendo que haya información en la carta astral que no se pueda analizar cuantitativamente al carecer de regularidades/patrones. Pero volviendo al asunto¿no hay interpretaciones astrológicas que decimos que vemos por encima de lo esperado? Creo que es importante recordar que somos racionales, utilizamos al pobre denostado cogito cartesiano… Nosotros pensamos la astrología, racionalmente, no sólo creativamente. ¿A dónde quiero llegar? La clave aquí es que la racionalidad implica, con suma facilidad, el positivismo. Y la conclusión en forma de pregunta retórica es, y no sé si mi razonamiento hasta aquí ha sido correcto, ¿se piensa lo simbólico sin lo positivista?
Creo que mi postura se resume en que rechazo que al positivismo no se le invite al grupo de lo cualitativo/simbólico/superabstracto.
La relación entre el símbolo astrológico, lo mesurable y lo superabstracto lo desarrollé brevemente en una trascripción ( http://wp.me/p2VPJv-2qL ) que desearía compartir contigo (y a quien le pudiera interesar). Concretamente el apartado 3…
Jorge Bosia:
(publicado en http://jorgebosia.blogspot.com.ar/2014/07/en-torno-al-lenguaje-astrologico.html) y copiado aquí:
Hola Aleix. He leído detenidamente tu ponencia. Ante todo quiero decirte que me parece fundamental que existan este tipo de exposiciones que intentan desentrañar cómo funciona la astrología, o qué tenemos entre manos los astrólogos. Toda la vida he tenido estas inquietudes, de modo que intercambiar con vos, así como con mis compatriotas Victoria, ambos Alejandros, Mauro, Olga (Weyne) y algunos otros, es para mí como el oxígeno. Quizá por eso, a veces soy un poco vehemente en la exposición de los argumentos.
Si no comprendo mal, tus tesis fundamentales en este escrito son:
- Que los signos son conceptos (en realidad, superconceptos debido a su altísimo grado de abstracción).
- El término ‘símbolo’ lo asimilás, según entiendo, a los superconceptos.
- La gradación que va de lo más concreto a lo más abstracto es un elemento clave.
- Cuánto más abstracto es un concepto, más difícil resulta comprenderlo.
- La concreción se relaciona con la posibilidad de percibir o imaginar aquello que encierra el concepto.
- Cuanto más abstracto es un concepto, más objetos incluye.
- Las limitaciones de nuestra consciencia hacen que los conceptos más abstractos queden reservados a un tratamiento inconsciente en buena medida. Eso es algo que afecta a los conceptos astrológicos.
- La analogía se resuelve a través de la conexión de dos conceptos con un tercero que tiene un nivel de abstracción superior y del cual dependen.
El artículo tiene otras propuestas y muchos ejemplos (cosa de agradecer), pero me interesaría concentrarme y discutir las tesis arriba consignadas. Si hubiera algún error de comprensión, es involuntario y te pido me hagas las aclaraciones correspondientes.
Creo que una de las tesis que están a la base de todo el desarrollo es el carácterconceptual de los elementos básicos de la astrología: Signos, planetas, etc. Y creo que allí es dónde voy a centrar mis observaciones y disidencias, dejando siempre, por supuesto, un margen para la duda y la pregunta, incluyendo las propias.
Tengo que hacer un cierto rodeo para que se entienda el planteo.
Yo parto de una crítica del “yo pienso” (cogito) cartesiano, incluyendo la ampliación polar que plantearon las escuelas de Freud y Jung. Esto significa que, mi hipótesis es que, muy sintéticamente: lo inconsciente no es más que el contrapolo del yo cartesiano, y no una superación.
El punto son los supuestos que implica ese “yo pienso”. Nuevamente, de un modo un poco brutalmente sintético: el sujeto (lo que subyace, lo que sostiene todo) es el yo o consciencia. Y dado que el sujeto sostiene todo, fundamenta todo, entonces “todo” pasa a ser objeto (lo queyace frente a el sujeto). Afirmar lo inconsciente no cuestiona en el fondo estos supuestos, a lo sumo, molesta un poco, complejiza al sujeto, le pone un antagonista, pero éste sigue siendo lo que subyace. Lacan ya es otra cosa.
¿Qué hay detrás de este esquema cartesiano? La decisión de controlar el mundo. Pues si el sujeto está debajo, sostiene o fundamenta todo, entonces todo es para el sujeto. Esta concepción es a medida de la expansión del capitalismo europeo. Pero claro, eso no la invalida. Una concepción solo desaparece frente a otra que sea mejor, o –arriesgo-: que responda mejor al fluir de la energía según el tiempo. De todos modos es importante tomar consciencia de que una cosa tan abstracta como el planteo cartesiano (en el cual todavía seguimos en buena medida enredados) se impone porque calza como anillo al dedo (índice) de la mano codiciosa del capitalismo.
Esa mano codiciosa que “agarra todo” es el “concepto” (de concipere = capturar o agarrar enteramente). La idea del “conocimiento” como relación de un “sujeto” con los “objetos” está atada a esta acción capturadora.
Pero hay algo más; para poder capturar todo es necesario limitarse a un modo específico de pensar, de usar la mente: un modo que se autolimite a la forma binaria de pensar. Esto significa que ante cada problema, situación, asunto que se debe resolver, hay que llegar a una situación en la que queden dos posibilidades y sólo dos (principio llamado “del tercero excluido”, es decir, no hay tercero que valga, sólo dos).
Ahora bien, habiendo dos, la cosa no queda allí. Hay que ver en seguida cuál de las dos posibilidades es la buena, la verdadera, la plausible, la que tiene derecho o me interesa que siga existiendo. ¡Para eso se reduce todo a dos, al fin y al cabo!
Por tanto, se puede ver que bajo este planteo de un sujeto que se autolimita a dos variantes de todo objeto, lo que hay es una operación que deja siempre a uno de los objetos en pie y al otro de rodillas. Es decir, este modo de operar del sujeto excluye a todo tercero y luego somete al segundo. El segundo no se puede eliminar, basta con someterlo, con controlarlo. De paso observemos que es un dispositivo que mantiene todo el tiempo en acto el estado de guerra aniquiladora del “tercero” y de control, de represión, del “segundo”.
Creo que todo este dispositivo (da para seguir y seguir con las consecuencias atroces), ya se cayó, entró en descomposición. De modo que, Aleix, si forzamos la astrología a entrar en él, le hacemos flaco favor a ésta y a nosotros mismos.
La filosofía del siglo XX viene deconstruyendo el esquema cartesiano-moderno y eso es una oportunidad tremenda para nosotros. Pero tenemos que seguir haciendo el esfuerzo de pensar.
Lo dicho no implica eliminar la ciencia, sino repensarla para que no sea simplemente el dispositivo teórico que sustente el arrasamiento de la humanidad. Tampoco implica caer en el irracionalismo.
Se trata de establecer una racionalidad que no se autolimite a la operatividad binaria.
¿Cómo? Yo no tengo todas las respuestas, pero he venido pensando algunas puntas.
Si no pensamos en términos de “sujeto-concepto-objeto” ¿cómo pensar? ¿Qué es el conocer?
Ante todo, cambiemos –propongo- la terminología: en lugar de “sujeto” yo comencé a utilizar el término ‘agente’, es decir, “el que hace, el que actúa o decide”. La diferencia es que sujeto hay uno sólo, como bien concluyeron Kant y Hegel al desarrollar la propuesta cartesiana, en cambio, agentes hay en número indefinido; todos somos agentes; también puede haber agentes de tipo singular, asociativo o colectivo, lo que es una gran ventaja. “Concepto” creo que se puede seguir utilizando, pero asumiendo sus límites. En cuanto a “objeto”, creo que se puede usar siempre que se tenga en cuenta su peligrosidad, para eso siempre hay que usarlo en relación con algo: “objeto de…”, “objeto para…”, etc. Es como un material que hay que manejar con guantes protectores.
Ahora bien, creo que no “conocemos”, me parece que decir “conocer” implica un acto de soberbia propio de la modernidad. Más bien, diría yo, interpretamos. Somos agentes que interpretamos.
Entonces ¿qué interpretamos? ¿Objetos? ¿Hechos? Todo eso debe ser repensado. Arriesgo esta respuesta: interpretamos relatos. Para un agente que es ante todo intérprete, el mundo es ante todo relato.
Concentrémonos entonces en nosotros, esos extravagantes agentes que practicamos astrología para otros agentes. ¿Con qué nos encontramos todos los días? Con el relato de nuestros clientes. Jamás con algo así como “hechos” u “objetos” de un “sujeto” que conoce. Aún cuando hagamos algo de lo llamado “vivencial”, para tratarlo astrológicamente tenemos que volverlo relato.
Y ¿qué hacemos nosotros frente al cliente y su relato? Le exponemos otro relato. De modo tal que si practicamos bien nuestro arte logramos, a veces, que el cliente cambie su relato, en alguna medida. Me parece que no hay otra cosa, porque si cambia el relato ya cambió todo.
Establecido esto de modo muy resumido, abramos ahora la compuerta trasera de la astrología y veamos los componentes interiores de este ingenioso aparato.
¿Son los Signos “conceptos” o “superconceptos”? ¿Conocemos algo los astrólogos? ¿Somossujetos que tienen ante sí objetos? Con precaución contesto que no a todas estas preguntas. Veamos por qué.
La principal es la primera. Y creo que los Signos no son “conceptos” (ni superconceptos) por razones de fondo. Sí los llamaría “símbolos”, pero en un sentido diferente al de conceptos hiperabstractos. ¿En qué sentido entonces? Creo que son marcas, sellos, týpos, dibujos, glifos. O sea, algo que captamos con la percepción o podemos imaginar, y que sirve de indicador, de señal, para identificar un conjunto esencialmente indeterminado, pero a la vez, determinable, de diferencias.
¿Cómo es eso de “indeterminado pero determinable”?
Para entender eso, dado que hemos renunciado (jubilosamente) a pensar en términos de hechos, objetos, sustancias, sujetos, y todo otro concepto propio de la filosofía de la Modernidad eurocéntrica, hay que desarrollar un poco la idea de zodíaco.
Esto es así porque los Signos no significan nada fuera del zodíaco. Lo que quiere decir, en términos más generales, que las partes no significan nada fuera del todo que forman. Todo el sentido de un Signo es producto de sus relaciones con todos los otros Signos y con el todo. Este principio se impone cuando dejamos atrás la filosofía moderna, ya que no podemos recurrir a nada que se sostenga por sí mismo, ni dios, ni sujeto, ni sustancia, ni hecho, ni cosa, ni nada de esa clase de entidades. Y si es así, lo que se tome en consideración, sea lo que sea, es constituido por el contexto del que forma parte.
Este principio es fundamental.
O sea que un Signo es determinable, ya que el todo lo constituye. Pero entonces depende del todo, y es el todo lo que es relativamente indeterminable. O bien, es de tal índole que requiere una operación problemática que deja abierta una cesura que impide cerrar completamente el significado de las partes. Si no hay nada que tenga significado fuera del todo, entonces el todo no puede totalizarse, pero sí puede, etc.
Esa operación es un acto de los agentes, un acto mediante el cual instalan sentido, deciden que hay significado. Y tal acto es un acto de separación en dos planos paralelos que se pueden llamar como uno quiera, pero que la tradición astrológica viene llamando “cielo” y “tierra”. Si no hay dos niveles, uno encima del otro, no hay significado alguno. Podemos decidir que no haya significado, si queremos. Pero ¿queremos? ¿Podemos?
Ahora bien, esos elementos de ese todo problemático, por ej. el zodíaco, (yo llamo estructura a eso), son lo que para mí son “símbolos”, no conceptos. No pueden ser conceptos porque significan –es decir: ejercen su función- sobre un fondo semánticamente indeterminable, o sobre algo en el fondo, no sólo multireferencial, sino indeterminable. Y por eso los llamo símbolos, que es un término que significa “juntar (syn) aquello que fue separado (bálloo)”. Un término muy conectado con la operación analógica, pues en efecto, ‘analogía’ significa “relacionar (lógos) de abajo hacia arriba (aná)”, y abajo y arriba es, precisamente, aquello que fue separado.
Por tanto, podemos definir ‘interpretar’ de un modo estricto como “hacer analogías con símbolos”.
Entonces, la concreción o abstracción no tiene verdadero peso aquí. Es una distinción que puedo usar libremente, pero no es algo esencial, pues no importa tanto para entender nuestro arte si un relato es abstracto o concreto, es decir si está más cerca o más lejos de la percepción y la imaginación, ya que todo aquello con lo que tratamos es relato: todo es llevado (y traído) una y otra vez (eso significa ‘relato’: “volver a llevar”) al todo, todo es transportado reiteradamente a su relación (otra vez la misma palabra) con el todo; en nuestro caso, el zodíaco.
Cuando tratás la analogía en tu artículo, planteás algo de esto, pero el elemento que une, el que está sobre los dos que se relacionan analógicamente, no es una capa más abstracta, sino el todo mismo, la estructura constitutiva. En la Edad Media, al ponerse un supersujeto fuera del mundo, se tendió a olvidar el contexto, la estructura, pues bastaba con la relación con ese dios, y dios se pensaba como uno, no como una estructura. Entonces siguieron usando el término ‘analogía’ en el sentido de mera semejanza. La analogía principal tendió a ser que éramos “a imagen y semejanza” de dios, y sobre ese modelo se pensó toda analogía. O sea: el término se extravió en la oscura nave de alguna catedral, pero lo encontramos ahora por aquí, en las soleadas pampas americanas.
He llegado a la conclusión –sobre la base de mis propias cegueras- que lo más difícil de ver, para los astrólogos, es el zodíaco. El todo, la estructura. Y no es casual que así sea. Por un lado está el entrenamiento escolar binarista a que hemos sido sometidos, por otro, el zodíaco mismo es un artefacto esencialmente problemático, es un todo intotalizable. Pero de esa tensión surge su poder de cambiar relatos.
Detengámonos en esa expresión –“cambiar relatos”- que para mí resume el sentido de nuestro operar. “Cambiar relatos” quiere decir llevar de nuevo un relato a su conexión con el todo que lo constituye, pero de otra forma. De una forma distinta a aquella en que lo llevaba originalmente el agente.
Siempre se trata de relatos porque cada asunto significa, tiene sentido, en la medida que está relacionado –conectado- con el todo.
Veamos entonces el sentido del zodíaco mismo en este juego. El zodíaco es también un relato, un relato hipersintético, pero con un rasgo impagable. El tesoro del zodíaco, la piedra filosofal, es que está entero, está completo. Problemática pero efectivamente completo. No hay muchos relatos enteros, es decir, íntegros, es decir, intactos, o sea, donde no podemos meter la mano. Hay unos pocos, y el zodíaco es uno de ellos. Todos los otros relatos, los que nos salen al encuentro todo el tiempo, los que vivimos cotidianamente, son parciales, están partidos, fragmentados. Por eso la astrología funciona: pone en juego un relato completo y así, volviendo a llevar los relatos parciales a su todo constitutivo, permite entenderlos por adscripción al relato total.
El proceso se parece al de una buena novela policial: van apareciendo las partes sueltas del relato, hasta que el lector puede armar el todo, la totalidad del relato y entonces entiende. Lo mismo pasa con cualquier relato.
Por tanto, el zodíaco es una estructura problemática, indefinible, pero integrada por doce símbolos (týpos) que ordenan todas las diferencias incluidas en todos los relatos posibles, pensables. Nada queda fuera del zodíaco, y por eso es no conceptualizable, sino sólo simbolizable. Y no se trata de abstracción, de alejamiento de la percepción. Es por una cuestión de lógica estructural, de filosofía.
Hay otra opción, y creo que es la que tomás vos, con todo derecho, en este escrito: asumir que hay cosas, que hay sustancias o esencias. Eso es, para mí, el positivismo. Hay sustancias quiere decir que hay cosas ahí que se sostienen por sí mismas. Cosas cuyo significado, por tanto, es independiente del todo. Y conocerlas, entonces, es adecuar mi pensamiento al significado que está allí, en la cosa.
Para que quede claro lo que digo: yo afirmo, no hay nada que tenga significado fuera de la estructura que integra, y el significado no es otro que el que surge de todas las relaciones de eso que quiero comprender con la estructura. Y ésta misma no tiene significado a menos que yo practique una operación de separación, es decir, a menos que el agente duplique los planos de existencia en dos niveles paralelos. Si quiere entender el significado, tiene que hacerlo.
La otra posición (no quiero arrogarme la idea de que es la tuya, vos dirás) es que hay cosas que tienen sentido por sí mismas allí afuera, allí delante. Por sí mismas quiere decir que se las puede estudiar parcialmente. Hay objetos sueltos que puedo estudiar y para eso tengo que ir a ver, experimentar, medir lo que hay allí. Luego, por abstracción los remito a un concepto abstractísimo, que sería un Signo o un planeta, por ejemplo.
Es evidente que la ciencia oficial tomó este camino. Hagamos el experimento imaginario: atravesemos la puerta de un hospital repleto de sujetos que pasaron por el proceso educativo vestidos de blanco, allí se nos presentan en un cartel una serie de Especialidades, atravesemos la puerta de una, por ejemplo, Traumatología; entonces se nos presentan las puertas de otras varias Especialidades: Miembros superiores, Miembros inferiores, Columna, Cabeza, etc. Como cada parte se sostiene por sí, es una sustancia, todo esto se puede hacer, y luego de caernos, un día terminamos frente a un sujeto vestido de blanco que trata a diez o doce antebrazos por día. Sin la filosofía moderna esto no podría ocurrir.
La astrología plantea desde el vamos algo diferente. El zodíaco es intragable para el paradigma oficial porque no se puede parcializar. Sería absurdo pensar en “especialistas en Tauro”.
Algunas personas simplistas creen que todo esto es muy ¡abstracto! Por supuesto no es tu caso, ya que te hacés preguntas y buscás responderlas. Pero muchos “piensan” que uno debería usar la cosa y dejarse de embromar con estos planteos filosóficos. Tierna ingenuidad insuflada, precisamente, por el paradigma moderno. Creernos que podemos estar fuera de la cuestión y usar el “instrumento” objetivamente ¡linda palabrita! Es como una pequeña grieta en un embalse hidroeléctrico, si no se la atiende, termina por colarse por allí toda el agua e inundar el valle. Y eso es lo que ocurre. No se puede dejar tranquilo ningún concepto, ninguna ingenuidad, sobre todo la propia.
Ser “objetivo”, por ejemplo, es precisamente, la más completa forma de ser parcial, como bien muestra el ejemplo del hospital. No hay mayor parcialidad que la del que cree que se encuentra con el objeto aislado y exorcisa cualquier todo.
No hay objeto aislado porque cualquier experiencia debe ser convertida en relato, debe ser relatada, relacionada. Y entonces estamos metidos hasta el cuello en el problema de considerar al todo, pues hay que llevar lo que encontramos hasta allí. La astrología es el camino real para esto. Pero entonces hay símbolos, hay analogía, hay relato, hay metáfora, hay agentes. Y el símbolo no es un concepto abstracto, sino un elemento de una estructura no totalizable, abierta de doble nivel: un cielo y una tierra, y así como es en la tierra es en el cielo y viceversa, si nos tomamos el trabajo de llevar de nuevo el relato allá. Y no hay dios, ni materia, ni sustancias, porque si hay eso, terminamos frente a un especialista que nos mira y nos trata como si fuéramos una tibia o un peroné.
Pero esto no quiere decir que si me rompo la tibia no voy a ir al hospital. Lamentablemente lo voy a tener que hacer. Lo que me gustaría es que el sujeto que me atiende fuera un agente y no un sujeto, y que mi tibia rota no fuera un concepto bastante concreto, por cierto, sino el símbolo de alguna configuración zodiacal que engloba toda mi conducta y que, además de enyesarme el brazo, él fuera capaz de dialogar conmigo acerca del posible significado de mi quebradura. La destreza del traumatólogo con el hueso no debería eliminar la otra posibilidad. La otra posibilidad no supone dejar de ver al traumatólogo. Pero desgraciadamente, mientras yo acepto ir a ver al sujeto, es probable que éste sonría irónicamente (ya que pasó de moda la costumbre de incinerar astrólogos en la plaza pública) ante la segunda propuesta.
Bueno, me detengo aquí porque esto va muy largo. Disculpas. Aprovecho para comunicar esto a los citados arriba y algun@s amig@s más, por si quieren introducirse en la discusión.
Aleix Mercadé:
Hola Jorge, la discusión me está resultando de lo más enriquecedora. Agradezco y valoro tu forma de comunicar tu opinión, tu talante al criticar mis tesis. Siento que hay por tu parte una gran voluntad de entendimiento, una actitud de diálogo sincera, sin fanatismos. Además, si esto no fuera poco, nos ofreces un nivel de reflexión y agudeza filosófica que permite profundizar muchísimo, y ello a pesar de estar sintetizando lo que podría desplegarse con páginas y páginas de razonamientos, ejemplos y matizaciones.
Mi reacción a tus comentarios al excelente diálogo entre Mauro Mazarella, Alejandro Lodi, Alejandro Luna y Victoria Zain, y que suscitaron esta discusión, se debe a la crítica que haces al positivismo (al abordaje científico/cuantitativo) en astrología. Desterrar la ciencia del territorio de lo simbólico me parece demasiado radical. Estaría de acuerdo con limitar su área de acción, pero el veto a tomar parte en la dinámica e interpretación de símbolos me parece exagerado.
El planteamiento que defiendo es que lo cuantitativo, lo objetivo, lo planteo como un nivel de información útil para la comprensión e interpretación de lo simbólico. Y la base para afirmar que lo científico pueda entrar en lo simbólico es la dimensión conceptual de lo simbólico.
Una aclaración antes de empezar. En ningún caso, cuando he hablado de conocimiento objetivo he hablado como si fuera el único punto de vista útil. No hay reduccionismo en ningún caso. Este es un punto importante para evitar caer en la parcialidad. Lo cuantitativo ofrece una parte al puzzle de la realidad. Esa es mi tesis.
1. El carácter conceptual del símbolo astrológico
A) Pienso que el símbolo es conceptual porque la astrología implica lenguaje, y no concibo lenguaje sin conceptos. Así pues, todo relato implica conceptos, implica pensamiento, implica procesos lógicos como la deducción y la inducción.
Aunque la astrología implique lenguaje, sí concibo momentos de cierta suspensión conceptual en ella, es decir, momentos para la experiencia meditativa y existencial. ¿Pero no está igualmente la estructura cognitiva (redes de conceptos) mediando la experiencia?
Añadir que si hay conceptos hay conocimiento. Al final hablaré del conocimiento relacionándolo con el concepto de interpretación que exponías.
Voy a intentar explicar porqué el símbolo es un concepto.
Lo que llamas «marcas, sellos, typos…» y caracterizas, se parece mucho a mí concepción de ‘concepto’. Es decir, creo que no hay desacuerdo en el contenido, sin embargo concluimos muy diferente: yo identifico “las marcas, sellos, tipos…” con conceptos (según la dinámica de conceptualización expresada en mi ponencia) y tú no (por razones que expones y que abordaré más adelante).
El concepto de typos o «type» -por utilizar un término actual en filosofía del lenguaje-, se caracteriza por ser de un nivel abstracción superior a los ejemplares, se caracteriza por ser una unidad que denota una clase de elementos, y que se define por abstracción de un conjunto de ejemplares. Pues bien, un concepto responde semánticamente a esta estructura tipo-ejemplar. Me atrevería a afirmar que todos conceptos, el universo de conceptos concebidos y por concebir, están entretejidos por una red de holónimos, meronimias, hiponimias, hiperónimos y cohipónimos.
Y como decía, un símbolo no es un concepto cualquiera, tiene propiedades especiales y, una de ellas, es que es un superconcepto o, siguiendo con el párrafo anterior, un supertipo.
B) Con tal de mostrar que tu concepción de símbolo no se aleja de mi concepción de superconcepto, querría hacer algunos apuntes a tu definición de símbolo: “algo que captamos con la percepción o podemos imaginar, y que sirve de indicador, de señal, para identificar un conjunto esencialmente indeterminado, pero a la vez, determinable, de diferencias”.
Por partes:
«algo que captamos con la percepción». Entiendo que no hablas de percepción sensorial, ¿y bien?¿Es algo que intuimos? ¿Algo que sentimos dentro? ¿Quizás un patrón percibido?
«y que sirve de indicador, de señal». Me parece que es un enfoque funcional. El “sirve” denota quelos símbolos, para ti, son herramientas parece servir al ser humano, al agente, al que hace. Los superconceptos, los conceptos, también pueden ser concebidos de esta manera.
«para identificar». El verbo señala la acción y la acción aquí es capital para comprender la dinámica del símbolo. ¿Qué es para ti identificar? Identidad es una palabra que procede del latín «identitas» y a su vez de «idem» que significa lo mismo. Esta aprehensión o asimilación de una señal con lo indicado por ésta, me recuerda mucho a teorías semánticas donde quedan vinculados los signos con los objetos (en el caso del realismo) o con los conceptos (en el caso del mentalismo). Aunque una teoría astrológica anhela una teoría semántica nueva (y que Patrice Guinard ya intentó desarrollar una en su tesis doctoral) me parece muy difícil que los símbolos no impliquen una naturaleza lingüística y un vínculo a algo. Este “vínculo” es el que caracteriza los conceptos.
Como después expondré, no encuentro sentido –disculpa mi atrevimiento- al hecho que relaciones el “concepto” con la “acción capturadora”, y la “acción capturadora” con algo “malo” per se.
«un conjunto esencialmente indeterminado pero, a la vez, determinable de diferencias”. La propiedad de estar indeterminado y, a la vez, determinado, es consecuencia lógica de la superabstracción. Decir que soy «bueno», siendo «bueno» un concepto mucho más abstracto que decir que «me gusta ayudar como voluntario los lunes en los servicios sociales de mi barrio», implica una indeterminación, implica una ambigüedad que una expresión menos abstracta y más descriptiva no tendrá. A la vez, un concepto tan abstracto como «bueno», se caracteriza por su indeterminación, tal como acabamos de decir, y también por su determinación, pues a pesar de su ambigüedad excluye «hacer la zancadilla al ciego del bastón». Es decir, el concepto abstracto orienta, da una dirección determinada.
Quiero recordar que mi tesis sobre la superabstracción la baso en la definición de Jung del símbolo como representación de algo “vago, desconocido u oculto para nosotros. (…) Nunca está definido con precisión o completamente explicado. Ni se puede esperar definirlo.”.
Y ahora me pongo retórico: ¿qué es la diferencia sino la forma que contornea la materia y que es captada gracias a nuestra capacidad de discernimiento, de diferenciación? ¿Qué es la diferencia sino un concepto? ¿Qué es un conjunto de diferencias agrupadas por una señal sino un concepto?
2. Sobre el esquema cartesiano
A) La estructura Sujeto-Objeto, siendo el Sujeto la síntesis del yo y el inconsciente, puede ser pobre según qué tengamos entre manos. En eso estoy de acuerdo. Pero ver esta estructura como algo obsoleto, eso no lo comparto e intentaré explicar porqué.
Es cierto que en el razonamiento de Descartes, el Yo era concebido como un ser que se sustentaba aparte. Por ello era el punto de arranque de sus razonamientos. Creía que era un punto de partida seguro.
No obstante, cuando concibo al Sujeto lo concibo poco cartesiano. Soy más heiddegeriano, es decir, creo que cada sujeto es, inherentemente, ser en relación con otros sujetos. Eso no quita que el sujeto tenga consciencia de la propia existencia y que se reconozca como un todo: como un organismo diseñado para responder individualmente, interrelacionarse con otros iguales y adaptarse al entorno. No creo descabellada la idea de un yo, de un organismo individual (hacemos cartas natales individuales, tenemos códigos genéticos, una piel, un sistema orgánico bastante autónomo, etc.). Quizás tu crítica no está dirigida a que crea que existen individuos.
Además de este reconocimiento del yo como un todo, el sujeto también puede reconocerse como parte de un todo y asumiendo su función en este todo.
Así pues, el sujeto, más allá de tomar todo como objeto, se relaciona con otros sujetos, o puede ser objeto para otros (incluso para sí mismo), o puede ser instrumento para otros, y no es absoluto e independiente del entorno, etc.
B) Algo que me ha llamado la atención de tu crítica son las conexiones que haces con el capitalismo. Intuyo un debate político que no me apetece en el que yo defiendo que el capitalismo europeo no es malo per se. Así pues, el punto que quiero resaltar es que no comparto que sujeto/objeto y capitalismo se deban la vida. Vincular ambos supone estigmatizar al pensamiento, los conceptos, la razón, etc. Esa mano codiciosa ensucia la neutralidad del concepto y la razón. Y me parece injusto.
Pensar implica objetivizar, categorizar, y ello es tecnología punta en el universo biológico. Creo que la capacidad de pensar merece una mirada más antropológica y menos circunscrita a la modernidad/capitalismo. Me parece sano poner en duda al pensamiento pero no comparto rechazarlo por razones políticas, por razones ajenas al propio pensamiento.
En esta dirección, hay un momento que dices que detrás del esquema cartesiano hay “la decisión de controlar el mundo”. Lo político una vez más… separar lo político con la actitud epistemológica será fundamental para entender mi tesis.
Vayamos también por partes con tu afirmación sobre lo que crees que hay detrás del esquema cartesiano.
Primero, veo complicado eso de que detrás de este esquema haya una «decisión». ¿Una decisión de quién? ¿de un individuo? ¿de una sociedad? ¿de la Vida? El (aparente) salto que haces del éxito de la estructura conceptual sujeto-objeto a «la decisión de controlar el mundo», me parecería interesante explicitarlo.
Segundo, hablas del “mundo”. Seré yo proyectando pero suena en plan conquista. Entiendo que es correcto y literal. Efectivamente, la razón es útil para el mundo que nos rodea, el mundo cotidiano y cercano. No hace falta interpretar este «mundo» en sentido socio-político.
Y tercero, también hablas de “controlar”. Es cierto que hay una voluntad de control, pero el punto aquí no es que yo no esté de acuerdo con ello, mi desacuerdo está en el contexto conceptual que quieres atribuir al «control», un contexto donde retumba la injusticia, abusos, trampas, engaños… Volvemos a una lectura politizada. Controlar puede responder también a una falta de seguridad, a una búsqueda práctica de calidad u otras cosas muy humanas…
Para acabar con este punto quiero decir que la razón, ante todo, razona. La razón se basa en procesos de razonamiento lógicos como la deducción o la inducción. La lógica, a priori, no es buena ni mala (eso dependerá del corazón del lógico), no aspira a colonizar ni cosas así. De hecho, no hay cosa más impersonal que la lógica, no hay cosa donde el ego se sienta más alejado de su casa. 2+2 son 4, le guste o no le guste al ego. Aplicar la razón es comprometerse con la realidad y no con el ego, es comprometerse con el mundo y no con el sujeto.
Así pues, parece que es el rechazo a los límites, a las fronteras, a las normas -por opresión y anhelo de libertad- que tu visión se limita al no integrar una sana relación con el límite, lo cual nos encierra en una dimensión donde no hay reglas y límites definidos, donde reina la anarquía y el todo vale.
B) Sobre el pensamiento binario no veo necesidad de autolimitación. Se puede pensar binariamente y no excluir otros pensamientos no binarios… y viceversa. No comparto rechazar una forma de pensary menos una tan fundamental e inevitable. El problema no es el pensamiento binario, es el sólo pensar de esta forma.
Polaridades como Sí o No, V o F, son muy útiles… Ejemplo: «es falso que esté caliente el agua» (realidad: agua congelada). Hay maneras de simplificar las cosas.
¿Y no está el pensamiento binario integrado en la astrología? ¿Qué opinas de la ley de polaridad y otras leyes herméticas? ¿No demuestra ello que el pensamiento binario puede convivir con otros pensamientos?
3. Significado y contexto
Respecto a este tema prefiero no pronunciarme por ahora pues quiero madurar algunas ideas relacionadas con la naturaleza total de la estructura zodiacal. Te agradezco que compartas tus valiosos conocimientos. Me haces pensar. Entiendo que es fundamental que las partes no significan nada fuera del todo que forman. También he entendido que el todo es lo relativamente indeterminable porque el todo no es parte de nada por lo que le falta contexto para determinarse.
Cuando dices “Esa operación es un acto de los agentes, un acto mediante el cual instalan sentido, deciden que hay significado” ¿qué quieres decir? ¿Hablas del carácter social/convencional del conocimiento? ¿Qué relación tiene con las ideas del párrafo anterior? ¿Es la cultura la que da el contexto?
4. Ciencia
A) La ciencia no implica necesariamente especialización. Se puede pensar en un científico no especializado –a diferencia de lo que ocurre ahora-, por lo que no es inherente en la ciencia. Hoy en día, lo probable es que el traumatólogo sea experto en tibia (de la pierna derecha), pero ello, insisto, responde a una cuestión histórico-cultural. Soy consciente que la práctica científica no es independiente de los intereses socio-políticos (como demuestran los estudios sociales en ciencia y tecnología) pero personalmente diferencio la práctica científica del método (del espíritu científico).
B)La objetividad de la ciencia es parcial pues refiere al mundo observable. Peromientras que se tome consciencia de ello, mientras se sepa que es parte, no habrá reduccionismo, sólo mucho que ganar.
C) El relato del científico, al diferenciar sujeto y objeto (y centrarse en el objeto), tendrá algunas propiedades determinadas pues se preocupa en cómo afecta el sujeto al relato, se preocupa de que este relato sea lo menos subjetivo posible, lo más intersubjetivo posible.
D) Sí creo que la ciencia produce conocimiento, aunque entiendo la postura de considerarlo una interpretación. En el fondo estoy de acuerdo. Mi tesis al respecto la resumí hace años en el siguiente enlace: http://wp.me/pGDFO-aM
He acabado siendo más sintético pero creo que queda clara mi postura. Si no será un placer seguir debatiendo.
Jorge Bosia:
Hola Aleix:
1.
Creo que nuestras posiciones están mucho más cerca de lo que parece.
No tengo un rechazo hacia la práctica científica, por el contrario, en muchos casos creo que es valiosísima; sino que quiero poder delinear sus límites. Comparto tu frase “Lo cuantitativo ofrece una parte al puzzle de la realidad”. Si tomamos el conjunto del conocimiento esto es indudable. Pero mi pregunta es ¿cuál es el papel del conocimiento cuantitativo en lo que yo llamo ciencias simbólicas, como la Astrología? ¿Hasta qué punto, en qué medida, nos facilita, nos bloquea o nos desvía, asumir los supuestos de la ciencia positiva?
También comparto que hablar supone conceptualizar, deducir, inducir, etc. No quiero erradicar los conceptos sino sólo ver en calidad de qué entran en el lenguaje astrológico
Me parece que es de gran ayuda para clarificar posiciones, una interpretación que hacés sobre de una expresión mía: cuando hablo de “marcas, sellos o typos” que “captamos por la percepción”, sí me refiero a la percepción sensorial o auditiva directa o imaginal. Mi idea (muy precaria por el momento) es que los týpos (por ejemplo g, o bien la palabra ‘Capricornio’) son significantes que apuntan o señalan, por decir así, a una ristra o hilera de significantes unidos por una suerte de hilo de significado, como en un collar de perlas. Solo que en el caso del zodíaco las perlas sólo existen si existe el hilo. Y el hilo mismo, el significado que engarza los significantes, no se sostiene sólo tampoco, sino que se constituye cuando tomamos en consideración la totalidad de la estructura a que pertenece el significante, o sea: el collar completo.
Lo bueno es que esta estructura se diferencia de, pero no excluye, la estructura “týpo-ejemplar” que vos proponés para el concepto. El týpo, según mi propuesta, es una marca sobre un papel, por ejemplo, y no denota una clase de objetos o ejemplares, sino una ristra de ejemplos. Cuándo interpretamos nos deslizamos por un hilo de significado estructural en el que vamos de un ejemplo singular a otro ejemplo singular. Ahora bien, estos ejemplos (las perlas digamos) sí pueden ser considerados conceptos o clases.
Verbigracia: vemos el týpo g y nos deslizamos hacia “padre”, de allí vamos a “reglas”, de allí a “hueso”, etc. Ahora, “padre”, “regla” y “hueso”, son conceptos, ya que hay innumerables casos de padres, reglas o huesos. En este punto acepto totalmente tu posición. Pero propongo esto: al saltar de un concepto a otro concepto en astrología, el proceso no sería conceptual, o si querés, no es un proceso de la lógica binaria. Al hacer el salto, los conceptos ya no se comportan como tales, sino que aún reteniendo su carácter de conceptos, funcionan como ejemplos ligados a una hilera indefinida de significantes, de un modo extraconceptual o transconceptual.
Entonces, los símbolos quizá no sean una “cosa” distinta de los conceptos, sino que símbolo y concepto podrían ser dos “modos de tratar” con los significantes o týpos. El mismo significante bien podría ser tratado como símbolo (en mí sentido) y, a la vez, como concepto (en tu sentido).
En tal caso, mi tesis se limitaría a decir: los elementos del lenguaje astrológico no son sólo conceptos, sino que también admiten (y deben) ser tratados como símbolos.
Al tratarlos como símbolos, los significantes del zodíaco se revelan como nodos o cristalizaciones de una estructura de la que dependen enteramente.
2.
Comparto yo también la propuesta de Heidegger de la existencia como “ser-en-el-mundo-con-otros”. Mi crítica a Descartes toma muchísimo de la crítica del propio Heidegger. También entiendo que el yo es un momento esencial de la existencia, que es seguido y antecedido por otros momentos no menos importantes. Quizá mi modo de expresión llevó a confusión. No pretendo eliminar el yo, sino ubicarlo en su lugar. Si lo referimos al zodíaco, creo que el yo se despliega en tres momentos: Cáncer, Leo y Virgo. En esa tríada se constituye; pero no desaparece de allí en más, sino que se integra a totalidades más amplias, trans-singulares.
También aprecio algunas limitaciones en la posición de Heidegger, que sobre todo se ven en el hecho de que no pudo concluir su proyecto filosófico inicial de Ser y Tiempo. Creo que su límite apareció cuando se encaró con el tiempo. Por eso nosotros, como astrólogos, justamente estamos en condiciones de ir más lejos, ya que el tiempo es lo nuestro.
3.
Sobre las relaciones entre el contexto epistemológico y el político, creo que son de fondo, justamente por lo dicho arriba: somos-en-el-mundo-con-otros. No pretendo que defiendas el capitalismo europeo (o a Europa) porque creo que el capitalismo ya es mundial, simplemente surgió en Europa y eso significa poco ahora que somos todos iguales. Ya no estamos en la era del eurocentrismo.
Tampoco pretendo simplemente oponerme al capitalismo, sino ayudar a superarlo, ante todo en mí mismo, porque el capitalismo es algo que nos pasa a todos. Lo que se llama capitalismo me parece una forma histórica de nuestro modo de ser, no es algo meramente político, sino también político.
Ahora, si es un aspecto epocal de nuestro modo de ser, entonces, por un lado, no pueden estar separadas la política y la epistemología; pero tampoco están tan ligadas que no puedan distinguirse. En esto comparto tu preocupación por diferenciar campos. Lo que hay que intentar, creo, es ver en qué sentido se pueden deslindar y en qué sentido están tejidas en la misma tela.
Una cuestión clave podría plantearse así: ¿la diferencia entre política y epistemología coincide con la diferencia entre el uso que se hace del conocimiento y el conocimiento en sí mismo? Pienso que en algún sentido sí, y en otro no.
Si el uso fuera completamente independiente del conocimiento mismo, eso implicaría que el conocimiento es éticamente y políticamente neutro, pero no me parece del todo así.
Mi argumento se relaciona (otra vez) con la cuestión del pensamiento binario. Lo que digo es que si nos limitamos a pensar binariamente, si ése es el techo, entonces el mismo método, la limitación epistemológica que asumimos, implica una política y una ética de dominación de unos por otros. En ese caso, y sólo en ese caso, las consecuencias no dependerían de un uso responsable y benigno del conocimiento, pues aún en tal caso generaría injusticias y sometimiento.
Como vos decís, hay otros modos de pensar que no se limitan a la lógica binaria, y más aún, afirmo que son imprescindibles. Lo que critico, justamente, es la actitud de limitarse al pensar binario y no admitirotros.
Entonces ¿quién incurre en esta exclusión de cualquier otro modo del pensar que no sea binario? Pues los científicos –salvo casos particulares, que pagan cara su osadía- operan bajo esa limitación. Ahora bien, lo hacen aparentemente hacia adentro, hacia su propio proceder; pero ¿es así? ¿Se mantienen en esa autolimitación? ¿Admite el canon oficial de la ciencia otros modos no limitados al dos, como válidos?
No acierto a encontrar ningún ejemplo de admisión de un pensar transbinario en el canon de la ciencia. De todos modos, eso sería esperable y aceptable al interior de la ciencia; pero lo que ocurre es que ese canon se exporta a toda la cultura.
¿Cuál sería el resultado si nosotros nos proponemos para una beca estatal o universitaria con el fin de estudiar cualquier cosa desde una perspectiva puramente astrológica? ¿Qué ocurriría si en cualquier escuela primaria el director les pide los datos de nacimiento a los alumnos para confeccionar sus cartas natales?
Vos dirás que no debemos achacar a la epistemología o a la ciencia esas decisiones, sino a las personas específicas que las toman. Sin embargo yo creo que ellos deciden de ese modo porque asumen indiscriminadamente una epistemología. No están usando mal un conocimiento neutro, sino que lossupuestos de ese conocimiento los llevan necesariamente a decidir de un modo predeterminable, excluyente y sometedor.
La cuestión es difícil por lo siguiente: el pensar binario como tal no se opone a los modos transbinarios, excepto en un caso: desde dentro del mismo pensar binario. Es decir: si yo me instalo en el pensar binario, no puedo admitir un pensar transbinario, porque en eso consiste asumir un pensar binario. En cambio, si me instalo en un pensar transbinario sí puedo admitir el binario. El tres contiene al dos, pero el dos no contiene al tres.
Esto da lugar a inacabables malentendidos. Pero el punto es que quien asume una posición binaria no puede menos que entrar en una relación de poder-sometimiento establecida por el ejercicio mismo de la lógica. Y sólo puede salir de ella si trasciende su propia posición. Porque desde la lógica binaria no hay lugar para dos posiciones del mismo valor, mucho menos para tres o más. Es decir: digo que los dos principios centrales de la lógica no son neutros ni formales, sino que, en su operación, son un modo de instalar la dominación de unos sobre otros. Primero está el del “tercero excluido”, esto es: excluir a todotercero y dejar, entonces, sólo dos. Pero luego está el de “no contradicción”: de los dos que quedan, sólo uno es verdadero, válido, plausible, bueno, o como se diga. Uno vale, el otro no. Lo necesito, pero no vale nada.
Y esto no es mero conocimiento abstracto, esto es regla de procedimiento, protocolo de acción, esto es lo que se debe hacer si se quiere ser parte de la ciencia y, si extendemos el paradigma, de la comunidad humana. La lógica es prescriptiva, no contemplativa.
Ahora bien, (para que no me acuses de libertario irresponsable, ja, ja) es correcto establecer un protocolo de acción, las reglas de procedimiento son bienvenidas, pero dentro de un contexto estrictamente definido, es decir, con fines estrictamente establecidos, y no más allá. A nadie se le ocurriría aplicar la ley del off-side del fútbol para organizar una cena o un concierto. Pero eso es lo que se hace con las reglas de la lógica: se las considera universales, o sea: son procedimientos que habría que aplicar siempre y en todo lugar.
En cambio, quien asume una posición transbinaria no está condenado a entrar en una relación de poder-sometimiento (puede pasar, pero es algo contingente que depende de otras variables). De ese modo, es el pensar transbinario el que permite ser independiente de la ética y la política. Y al ser así, entonces el que procede a pensar así tiene la libertad de comprometerse. El binario está sometido al esquema poder-sometimiento, está inevitablemente comprometido aunque crea que es libre; en cambio, el que asume un modo transbinario de vivir es libre y por tanto, puede (y debería) comprometerse.
Por eso decía que la ciencia moderna se establece como un protocolo de control sobre el mundo, incluyéndonos a todos.
Estoy de acuerdo en que la lógica es algo ajeno al ego (lo mismo las matemáticas, y yo agregaría todos los procedimientos maquinales, como los de una planta de producción de latas de cerveza, por ejemplo, o el proceso de encendido de la computadora), pero eso es así sólo desde una perspectiva que no se encuentre atrapada en la lógica binaria. La lógica, la ciencia, la industria, son utilizables sólo por aquellos que no están atrapados por ellas. En caso contrario son la lógica, la ciencia y la industria las que usan al sujeto. Porque son procedimientos, están entretejidos con la decisión y la elección, son procedimientos nuestros, y nosotros somos de hecho libres y estamos eligiendo todo el tiempo.
Lo que quiero decir es que es cierto –y coincido en esto- que todo sistema binario es puramente instrumental. Pero para asumir su carácter instrumental tengo que salirme del sistema intrumental. Ser otra cosa. El serrucho no me puede decir qué serruchar, o si serruchar o no. Yo decido, elijo serruchar, y entonces sí, me tengo que adaptar al serrucho para usarlo. O sea, no hay que tirar el serrucho, tampoco se trata de usarlo bien o mal, se trata de que no sea el serrucho el que decida que es lo que ocurre.
No se trata de que superar lo binario nos haga perder contacto con los límites. No es una cuestión de rebeldía. Justamente al contrario. Se trata de que si manda el serrucho no tengo límite alguno, soy irresponsable. El ejemplo paradigmático es Einstein y la bomba. El contra-argumento siempre es así: “si Einstein se hubiera negado, lo habría hecho algún otro”. ¡Justamente! Eso significa que nadie es responsable, el sistema epistemológico manda, la decisión la tomó el serrucho. O sea: o Einstein es responsable de la muerte de cientos de miles de personas, o nadie es culpable y la decisión la tomó la ciencia. Obviamente, la segunda es la que hay que asumir si nos mantenemos dentro del sistema binario. Ese mismo esquema se repite constantemente si estamos dentro del sistema binario, ya que, como es un sistema intrínsecamente excluyente y se impone, estamos todos asumiendo decisiones terribles todo el tiempo. Todos estamos en la espantosa situación de Einstein a cada momento.
La cuestión ética o política sólo se plantea si nos ubicamos fuera del sistema binario. Como estamos cada vez más atrapados en éste, la política y la ética están desapareciendo.
4.
Lo que quiero decir con “decisión” aquí es que el zodíaco da sentido si el intérprete decide que quiere que haya sentido. El sentido no se sostiene por sí mismo. Es un poco angustiante, pero me parece que es así.
La lógica y las matemáticas producen la ilusión de que hay algo firme en qué apoyarse; pero la lógica y las matemáticas, en sí mismas, están fuera del tiempo. El problema es que nosotros, que las usamos, no lo estamos. Por eso, pienso, la ciencia se aferra a ellas: la supuesta roca sólida donde poner el pie.
Nosotros estamos en una posición esencialmente diferente: trabajamos con el tiempo, con la elección, con la decisión. No hay roca sólida, lo nuestro es movernos entre el cielo y la tierra, es decir: volar.
Tendríamos un punto firme si hubiera repetición. Entonces el zodíaco sería “la” verdad. Pero no creo que haya repetición en sentido estricto. Hay casi repetición. La casi repetición permite identificar ciclos y encontrar significado con el zodíaco, que, desde un punto de vista diacrónico, es simplemente la estructura de un ciclo en doce fases. La casi repetición ayuda a vivir, a tomar decisiones, y a contemplar el mundo como una danza en la que estamos en la pista, siguiendo el ritmo. No hay disk-jokey.
En definitiva, comparto el espíritu de tu posición en el sentido de la búsqueda del conocimiento o la verdad, pero con las salvedades ya consignadas. Me doy cuenta de eso porque suscribiría la mayoría de las frases iniciales de tus párrafos, especialmente de esta última sección.
Ha sido extraordinariamente rica esta conversación. Creo que podríamos seguir hasta nuestra futura estadía en la isla de los bienaventurados, pero hagamos una pausa. Nos mantenemos en contacto. Un abrazo.
Gracias a ambos por este enriquecedor dialogo. lo iré releyendo de a poco. saludos!
Gracias Infinitas!